domingo, 21 de agosto de 2011

El hormiguero

A una semana del rotundo triunfo de CFK, las fuerzas políticas de la oposición y algunos de los sectores económicos y de los medios que las condujeron a esa modesta prueba democrática como si se jugara la supervivencia de la especie humana comienzan a salir de la estupefacción, como prófugos de un hormiguero desbaratado de una sola precisa patada. El gobierno disfruta de la victoria con una serenidad que también los desconcierta.

Por Horacio Verbitsky

Un ministro del Poder Ejecutivo que fue candidato en las elecciones porteñas repite el relato obtenido en la intimidad de un diario que militó en contra de las chances de CFK. Dice que en cuanto se conocieron las cifras y comenzaron las celebraciones, el jefe de su redacción exigió a varios periodistas que buscaran “datos buenos, porque esto no puede ser cierto”. Cerca de la medianoche, uno de los jefes del Peornismo Opositor, Carlos Brown, perfeccionaba esa idea al denunciar fraude en la provincia de Buenos Aires. Pero la gélida contundencia del escrutinio había apagado mucho ardor editorial y permitido que resurgieran algunos reflejos profesionales básicos: los periodistas preguntaron a cuántas mesas se refería, dónde estaban ubicadas y cuáles eran las pruebas. Brown no supo qué contestar y la conferencia de prensa se disgregó en murmullos. En 2007, cuando fue electa presidente, CFK duplicó los votos de la segunda fórmula, la Coalición Cívica Libertadora de Elisa Carrió, y se impuso en todos los distritos electorales, salvo tres. No obstante, Carrió dijo que el nuevo gobierno nacía con “legitimidad segmentada” porque, según ella, se le opondría el 70 por ciento de las clases medias de los centros urbanos, y que Cristina y Néstor Kirchner terminarían como Ceacescu y su esposa. En las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, CFK pasó del 50 por ciento, todos los demás quedaron a distancia sideral de Cristina y sólo riñen entre ellos. No queda en pie ninguna objeción sobre la legitimidad del mandato recibido y si hay algo que recriminar no es al gobierno: las PASO constituyeron un salto de calidad institucional. Pero la oposición las eludió por temor a una trampa, que ni siquiera entendió en qué podría consistir, y recayó en métodos anacrónicos que le impidieron llegar a octubre con un par de fórmulas fuertes y competitivas. A los efectos del análisis y las comparaciones, tomaremos los resultados del domingo como si correspondieran a una elección presidencial, aun a sabiendas de que pueden sufrir algunas modificaciones en los dos meses que faltan. Debido al impacto producido, hoy parece más probable que los márgenes a favor de Cristina sean aún mayores entonces.

Disparen sobre la oposición

Sería largo y tedioso recordar las denigraciones que las principales fuerzas y los más conocidos columnistas políticos le dedicaron a lo largo de su mandato y los vaticinios terroríficos que esparcieron con entusiasmo. Esos testimonios siguen flotando en el espacio como chatarra cibernética, para escarnio de quienes los firmaron con asnal solemnidad. Los menos cuidadosos extendieron esa actitud despectiva a quienes percibíamos que aquellas invectivas eran sólo expresión de deseos que no se correspondían ni con la calidad del gobierno al que iban dirigidas ni con la valoración social de su gestión. Ese universo político y cultural despertó de mala gana a la realidad, pero aún no sabe dónde está. Su primer reflejo no fue generoso con quienes hicieron lo posible por cumplir los roles que les habían asignado en ese mundo virtual. El principal reproche que se repitió en crónicas y columnas fue por las divisiones de la oposición, que se presentó fragmentada en muchas fórmulas. ¿Por qué no decir, con ese criterio, que el peronismo fue dividido en tres fórmulas presidenciales? ¿O que, incluso quienes respaldaban a Cristina, repartieron su fuerza entre tres boletas en la provincia de Buenos Aires? Ni siquiera es cierto que hayan competido más fórmulas que otras veces, sino todo lo contrario: desde 1983 nunca hubo menos candidatos presidenciales que ahora. Fueron 12 en 1983 y en 1989. En ambos casos, esta diversidad de candidaturas no impidió que las dos primeras concentraran nueve de cada diez votos en la primera y ocho de cada diez en 1989. En 1995, la cantidad de competidores subió a catorce, pero entre los dos primeros también rozaron el 80 por ciento. En 1999 se redujeron a diez candidaturas, pero la concentración volvió a subir: entre la primera y la segunda fórmula sumaron el 86 por ciento. La mayor fragmentación se produjo en 2003, luego de la crisis de fin de siglo, cuando compitieron 18 fórmulas presidenciales. Y al mismo tiempo se redujo la concentración, ya que por primera vez las dos primeras no llegaron al 50 por ciento de los votos. Aun así, la quinta candidata, Elisa Carrió, llegó al 15 por ciento, un porcentaje que este año no alcanzó ni el segundo. En 2007, entre CFK y Carrió se acercaron al 70 por ciento del total, pese a que compitieron 14 fórmulas. En las Primarias de esta semana hubo diez candidaturas, como en 1999. Es ostensible que la cantidad de fórmulas no explica el desequilibrio a favor de Cristina y la magra cosecha del resto. La concentración entre las dos primeras llegó al 62 por ciento, pero CFK-Amado Boudou cuadruplicaron la cosecha de Ricardo Alfonsín-Javier González Fraga. No es la única marca excepcional que alcanzó: ganó en todos los distritos electorales del país salvo San Luis. Prevaleció tanto en el conurbano como en el interior de la provincia de Buenos Aires. Se impuso en todos sus partidos, menos dos (ambos rurales, Puán y Salliqueló), y en todas las comunas de la Capital Federal salvo tres (Recoleta, Belgrano y una parte de Palermo). Ganó en todas las grandes ciudades del país, con la solitaria excepción de Rosario, que el socialismo gobierna desde hace veinte años. Batió en sus propios reductos a sus principales competidores por la presidencia (salvo Alberto Rodríguez Sáa): a Ricardo Alfonsín en Chascomús, a Eduardo Duhalde en Lomas de Zamora, a Mario Das Neves en Chubut, a Hermes Binner en Santa Fe, e incluso en su ciudad, Rafaela, a Elisa Carrió en la Capital y en El Chaco. Obtuvo más votos en su categoría que los que favorecieron en las suyas a quienes en distintos momentos desafiaron su liderazgo partidario: Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel Urtubey en Salta, Carlos Reutemann en Llambí Campbell. Sus candidatos a diputados nacionales casi quintuplicaron a los de José Manuel de la Sota en Córdoba y casi duplicaron a los de Carlos Verna en La Pampa. También resultó arrolladora frente a los líderes de la Mesa de Enlace de las cámaras patronales agropecuarias que en 2008 embistieron contra su gobierno. Hugo Biolcati no pudo impedir que Cristina ganara en Carlos Casares, donde vota y tiene su tambo La Dorita; lo mismo le ocurrió a Eduardo Buzzi en su pueblo santafecino de J. B. Molina, a Carlos Garetto en Leones, a Mario Llambías en General Belgrano, y a Alfredo De Angeli en Gualeguaychú. De todos ellos, sólo Llambías cometió la imprudencia de presentarse como candidato. En su propio distrito, apenas obtuvo el 6 por ciento de los votos y fue cuarto. El 3,5 por ciento que lo votó en toda la provincia no le asegura resultar electo en octubre. La reacción pública de Biolcati fue respetuosa. Admitió que habían vivido “en un microclima sectorial” sin ver al resto del país, que debían reflexionar con profundidad ante “el discurso tan crítico que hemos tenido” y que la aprobación a la presidente era respetable y “digna de tener en cuenta”. Pero bastó que se creyera entre amigos y sin testigos para que reapareciera su desprecio por cualquier manifestación popular (y no me refiero al programa de televisión sino a los votantes). La gente que elige a Cristina “mira a Tinelli y si puede pagar el plasma, no le importa nada más”, dijo el presidente de la Sociedad Rural. Esta frase se inscribe en el linaje de los grandes exabruptos históricos contra el pueblo, como el “aluvión zoológico” de 1945, la justificación de los fusilamientos de 1956 porque “se acabó la leche de la clemencia!” o la oposición a que se construyeran viviendas populares, “porque levantan el parquet y lo usan para hacer el asado”.

La venia de Duhalde

El ex senador Eduardo Duhalde buscó el voto del personal en actividad y retirado de las fuerzas armadas, de seguridad, policiales y penitenciarias, nacionales y provinciales, más sus parientes y amigos. Para ello envió al pabellón de lesa humanidad de la cárcel de Marcos Paz a su dador de transfusiones intelectuales Abel Parentini Posse y negoció con Lucrecia Astiz, hermana del ex marino, y con la Unión de Promociones y su comando electoral Votarun (sigla castrense por Votar Unidos). Estos nuevos interlocutores lo convencieron de que sumarían para él un universo de 2,5 millones de votos. Esa es la cifra exacta que obtuvo Duhalde, aunque es obvio que no todos provienen de ese sector, ya que Cristina se impuso en cada sitio del país en los que hay unidades de alguna de las tres Fuerzas Armadas, con sólo tres excepciones, Rosario, la Antártida y Villa Reynolds, donde ganaron Binner, Duhalde y Rodríguez Saa. En promedio, en esas 74 ciudades, Cristina fue preferida por el 49,95 por ciento de los electores, con una minúscula diferencia de 0,14 por ciento respecto del total del país. Es decir, como se ha observado siempre, el voto castrense no difiere del que se produce en los sectores afines en el resto de la sociedad. Es posible que en las bases mismas, Duhalde haya mejorado sus promedios, pero esto no se extiende más allá de una periferia inmediata.

Entropía

Atenuado el estupor comenzó a operar la entropía. Luego del impacto es imposible reconstruir la situación anterior y suceden el caos y una constante declinación. Hasta ahora sólo eludieron la expansión del desastre Rodríguez Sáa, porque su módico objetivo es superar a Duhalde, y Hermes Binner, que está engullendo más de lo que podrá digerir. Como vocero del PRO, Federico Pinedo reclama que Alfonsín y Duhalde retiren sus candidaturas y apoyen a Binner, quien compite por una franja de votantes distinta a la de Mauricio Macrì pero está en conversaciones con varios candidatos a gobernaciones de la UCR para que corten boleta en octubre. Duhalde recrimina que Macrì no cumpla con el apoyo prometido. Hizo una elección superior a la esperable si se considera la valoración social de su historia, pero él no lo sabe porque sus expectativas eran descomunales. Tampoco Pino Solanas entendió que su 12 por ciento en la elección porteña era una excelente marca, hasta que el domingo 14 su grupo no llegó al uno por ciento. Sus diatribas contra sus ex aliados se completan con el extraordinario anuncio de su candidatura a la presidencia para 2015, cuando le falten cien días para cumplir ochenta años. Así, la renovación política está asegurada. Duhalde sigue repitiendo consignas voluntaristas, que ahora incluyen una hecatombe económica y una crisis social que, por supuesto, la tontita de Cristina no sabrá cómo manejar. Llegado a este punto de fuga de la realidad, puede tentarse con algún golpe de mano, como los que lo llevaron a la intendencia de Lomas de Zamora en 1974 y a la Casa Rosada en 2002, para impedir que flameen “banderas de la subversión”. Una advertencia no menos tremendista, pero en formato republicano, lanzó el presidente de la UCR, Ernesto Sánz. Flanqueado por los presidentes de sus bloques legislativos, pero sin la presencia de los ya olvidados Alfonsín y González Fraga, dijo con gesto y tono de grave emergencia que si los resultados de agosto se repetían en octubre el país estaría en grave riesgo institucional. Puso como ejemplo las leyes “contrarias al interés nacional” que el kirchnerismo habría sancionado cuando tuvo mayoría en ambas cámaras. Si Duhalde se arroga la definición de qué o quiénes son o no peronistas, Sanz reparte certificados de republicanismo democrático. Este discurso perdió cualquier credibilidad en 2010, cuando el Grupo Ahhh... sólo empleó las bancas alcanzadas en los comicios de 2009 para repartirse todos los cargos, sin respetar ninguna proporcionalidad. Hasta el Frente de Izquierda y los Trabajadores, que consideró un milagro haber alcanzado el piso del 1,5 por ciento, padeció el mismo fenómeno que las otras fuerzas, en este caso con la fuerza del descorche de una botella de champagne francés, para festejar con el más entusiasta propagandista periodístico de la dictadura, sin previa autorización de sus aliados.

Partidos al medio

No es el único modo en que los medios de comunicación entraron en el debate postelectoral. El resultado demuestra que los medios no influyen en el resultado, dijeron aquellos medios que más hicieron para influir en el resultado. El problema no son los medios, sino su articulación con el poder económico y político: la asociación de Clarín y La Nación en Expoagro, donde cada año cierran negocios por 300 millones de dólares las principales empresas de los agronegocios; la comida de la cúpula de la oposición en la casa del CEO del Grupo Clarín, quien los instó a unirse para resistir al Huracán Cristina; la negociación de Héctor Magnetto con Kirchner para quedarse con Telecom, cualquiera sea la versión que se crea sobre los motivos de su fracaso; la manipulación de jueces que dinamitan a cautelares toda regulación pública de los intereses del grupo. Reducir esa densa trama de negocios y la correspondiente relación con el poder institucional a un análisis de la influencia de los medios sobre el voto sólo puede considerarse una ingenuidad si lo hace alguien menor de 22 años. Gracias al insistente chirrido mediático, que magnifica ad nauseam pequeños episodios e invisibiliza enormes procesos económicos, políticos y sociales, mucha gente se sorprendió por una obviedad: que el pueblo haya votado en defensa propia, a favor del mejor gobierno que ha tenido el país en más de medio siglo, por lo que ya hizo y por lo que falta hacer.

Fuente: Página 12