jueves, 9 de febrero de 2012

Recuerdo

Este homenaje al Flaco fue escrito mucho antes del dolor colectivo de estas horas. Pertenece a uno de los capos de este fecha. Lo escribió en su blog (http://bando-neon.blogspot.com) allá en diciembre del 2009, al término del recital del flaco con sus bandas eternas. Nos emocionó y lo compartimos.

Luis Alberto Spinetta y LAS Bandas Eternas en Velez

Ya pasaron unos días del espectáculo más bello que produjo el rock argentino, el más inteligente y noble que hayamos podido presenciar jamás. Spinetta y “Sus Bandas Eternas”.
Allí estuvo un hombre que no para jamás su recorrido por la vida llevando ese legado al que está afiliado su destino, que es el mensaje del arte. Porque confirámosle a Spinetta, que está parado en una categoría mucho mayor a la de músico, el Flaco ya peló chapa hace rato de ser alguien por donde el arte pasa y es atravesado por él, un tipo absolutamente distinto a lo que uno tuvo por sus alrededores, un tipo sin copias.
Entender a Spinetta de esa forma también es saberlo, el más rico heredero beatle de la zona, el intérprete de una cosmología que solo tiene que rendirle cuentas a la libertad desde el talento, alguien que jamás se arrodillo ante la premisa fácil y resistió heroico las embestidas tristes de la mediocridad reinante.

Spinetta es un fino y delicado guerrero, que ha sabido transitar los vericuetos del arte en la argentina disociando las afortunadas mentes de sus seguidores, a quienes no nos van alcanzar las vidas para saber el motivo por el cual inclinamos nuestras almitas ante tan atrapante seducción.
Y me quiero quedar con esa palabra, pues la producción de Luigi, es absolutamente en esos cánones, seducir, atraer, deslumbrar, y siempre erotizar las temperaturas de la apreciación musical, más allá de ese hecho, como escucha de lo sublime.
Seducir con esa tremenda elegancia, por la que se perpetran no solo las melodías, sino también esos músicos angelados que suelen acompañarlo, gente por demás virtuosa, seducir con la voz eterna de Spínetta, esa voz inconfundible y llena de sugerencias, esa voz hecha para el último peldaño de la poesía, seducción “Adidas”, seducción de cómo hacer para encontrar la belleza en un atuendo deportivo sin ser un icono del deporte, mucho antes de la cumbia,esa también es una tendencia de nuestro héroe.
Todo es un inmenso acto indivisible en Spinetta, que nunca viene solo, el combo es un movimiento en sí mismo, algo que busca trascendencia por todos los lugares.
Las estéticas argentinas siempre fueron tenues y copionas, siempre anduvieron por un camino al menos poco original, andurriales “desglamurizados”, en cambio la del Flaco siempre fue una estética que propuso la puesta en escena de la verdad del arte, de la cosa duradera para siempre, la vigencia y la “nutritibidad” de un fruto al que uno puede recurrir eternamente, y que no tiene fecha de vencimiento.
Otro tópico a ver, es la eterna forja de los temas de Spinetta, ninguno lleva consigo la polilla del abandono, sino más bien se promueven así mismos como vanguardias determinadas para perpetuarse y demostrar la madurez por el solo hecho de venir siempre del futuro. Que siempre haya un mañana es una formula del despertar, sabiendo que se empieza todos los días la búsqueda de lo anhelado y que está jamás tendrá un fin, sabiendo a partir de esas revelaciones que el secreto de la vida es esa irresistible perpetuidad.
Por eso, me fue imposible dejar de pensar en estas cosas después de haber participado de esta trascendental experiencia en la Cancha de Vélez, pasan los días y siguen inalterables fotos increíbles que jamás hubiera imaginado ver. Toda esa gente variopinta, que caminaba relajadamente hacia el estadio, los padres y los hijos, compartiendo rock, unión de generaciones que se devolvería luego desde el escenario, sentir una sensación de paz, y de fin de espera, era algo palpable en el ambiente, era algo que “estaba en el aire”

Iniciado el show, uno se predispuso a la mayor de las entregas, siendo absolutamente correspondido por ese conductor de la inspiración que estaba arriba del escenario, las respiraciones contenidas, las canciones rezadas en voz baja, los aplausos, las lagrimas que visitaban los ojos de las gente, la proliferación del “look Adidas”, los abrazos, los toques a la emoción, y la risa. Todo estuvo en juego adentro del Amalfitani, todo y lo que uno no podía esperar se presento esa noche donde 40.000 personas fueron unidas para ser visitadas por la posibilidad de elevar el alma, casi en un atisbo de religiosidad al que uno no podía desencontrar.
Spinetta, nos centró el alma de nuevo como tantas veces, ubico las coordenadas del encuentro con nosotros mismos, nos subió a su nave de poesía y nos llevo a pasear por sus galaxias, haciéndonos saber que la vida era más linda y bella de lo que nos cuentan los miserables mensajes de los medios de Satanización Masivos.
Es necesario ser agradecido ante todo lo dado, jamás pensé que me iba a someter a semejante catarata de cosas, jamás pensé que iba a ver en vivo y sonando mejor que en sus discos a Invisible, quien demostró realmente lo que es la elegancia y la sabiduría, lo que es el arte llevado a la elevación más sublime, nunca, creí que podría ver eso. Es obvio que estuvieron todas Las Bandas Eternas, me encanta ese nombre, pero de todas, Invisible, me pareció la más bendecida por la eternidad, opinión con la que se puede discrepar, claro.
Estimados amigos, debemos pensar con alegría que este tipo vive en la Argentina, que supo llevar durante cuarenta años la bandera del compromiso con la vida, que se debe celebrar siempre a este tremendo artista, que nunca se detiene, que siempre nos pone a su nueva banda por delante, que las convoca a todas para demostrar la atemporalidad de la vigencia, la cual es su sello más definido a la hora de perdurar.
Spinetta es un faro en la penumbra de siempre, un lugar al que referir, sin miedo a la defraudación, y a la estafa, un tratado de la insania necesaria para atravesar la locura de estas épocas eternas.

En la esquina de mi casa, cuando niño se reunían muchachos más grandes, que lucían ropas extraordinarias, yo soñaba ser como ellos. Usaban boinas, ropa de color, el pelo largo, escuchaban a los Beatles, a los Rolling ‘s, a Creadeance, a Cream, a Vox Dei (a quien yo escuchaba en misa) ,a Jimi Hendrix y siempre a Los Beatles, la mayoría fue a Ezeiza a buscar a Perón, se reían, eran cancheros, desenfadados y salían con las chicas más lindas del barrio, para tristeza de sus madres.
Yo era un abonado a darle duro a la Pulpo, que era una pelota de goma de otrora, la cual creó al pasar los años fue la primera instancia para tratar de domar lo imposible, la tarde pos colegio era eso futbol y futbol, cabeza, Tic-Tac, mete gol entra, interminables picados, eternas sensaciones de goles amurados contra un árbol, contra los cables de teléfono, contra todo objeto que permitiera la devolución de un pase.
Así fue como conocí a Spinetta.
La tarde era como muchas otras, mis zapatillas, rotas ellas y despellejadas, insistían consecuentemente con la “pelotita”, como diría mi madre, con un dejo de desprecio, que nunca comprendí, la idea de la pelotita, o de los once boludos que corrían detrás de ella.¿ Porque lo único bello que había era denostado de esa forma?, porque lo único que tenia color era bastardeado. Lo único que tenia color en un barrio en esa época eran, los cines con sus tres películas de sábado, y los ravioles del domingo, con sus rojas salsas, no dejemos de valorar las camisetas del futbol, ni las chaquetillas de los jokeys, seres lejanos pero cercanos en el bar.
Lo cierto de aquella tarde fue que paro un auto, un Farline, de Ford, un auto de aquella época, pero un auto que también anunciaba una cierta postura entre glamourosa e impactante, que emulaba el desafío superior de Los Beatles, y era ese el desafío de la juventud.
Como decía, de ese Farline, bajo un ser distinto, una especie de ángel, alguien que nos enviaron desde algún lado para que nuestras cabezas no fueran parte de las tristes paredes del supuesto estadio que cobijaba nuestros goles.
El color era algo ajeno a la ciudad, y al barrio, hasta que el Falco Spinetta bajo de su auto, con su paleta de colores.
Zapatillas flecha azules, impecables, pantalón acampanado pata de elefante, todo de flores él, musculosa azul, cabellera ensortijada, larga, collares y pulseras de mostacillas, un ángel que bajaba a redimirnos, del mundo gris.
Ahí nomás alguien lleno de movimientos electrizados que luego veríamos en sus recitales, nos robaba la pelota y jugaba con nosotros. Debo ser justo y contar fidedignamente lo que pasó. Ese ángel, no era lo que se dice un jugador, pensemos que en ese entonces las referencias eran fuertes, Bochini, Alonso, Potente, Zanabria, Carlitos López (del Bajo de Belgrano), Houseman (del Bajo de Belgrano), Brindisi, Babington. La pose de jugador, hasta para hacer un jueguito en la vereda tenía el espejo de esos nenes.
Pero este pibe, tomo la pelota para jugar a otra cosa, y tiño de alegría el momento, al que a nadie le hubiéramos permitido interrumpir. Más tarde nos informaron, que ese era Spinetta, el autor de Muchacha Ojos de Papel, que era del Bajo de Belgrano, que sus primas vivían enfrente de casa.

El viernes 2 de diciembre, Spinetta brindó un multitudinario show en Velez, los agretas de siempre se vieron decepcionados por la valentía del artista, que rapto a 40.000 personas por el lapso de cinco horas. Toco con todas sus bandas, incluidas, Invisible, Pescado Rabioso, y Almendra. Su mamá estuvo en el concierto hasta el final, fue un show estupendo y todas las crónicas posteriores al evento coincidieron que en un rincón de Villa Luro, hubo un extraño caso de sanación colectiva.
Para mí, fue eso, yo vi y sentí lo que trate de transmitirles en este relato.

Fuente: http://www.cafeumbrales.com.ar/