domingo, 18 de marzo de 2012

Guerra sucia mediática

La implosión opositora es un evento sin precedentes en la historia argentina. Ni siquiera el impulso irrefrenable del primer peronismo como fenómeno de masas, logró quebrantar al campo opositor; por el contrario, los grupos opositores constituyeron una alianza de clases que terminó derrocando a Perón.

Quien esto escribe (se ha dicho aquí más de una vez) atribuye esa implosión, a la entrega por parte de los grupos políticos opositores de su comando estratégico a los medios de comunicación concentrados. Desde 2008, nunca dejaron de retroceder, porque, le disguste a quien le disguste, lo único cierto es que la democracia se ejerce a través de la política, no desde las corporaciones empresariales. Es decir, las elecciones se ganan con el pueblo, no con Clarín.

El gobierno nacional es el mejor ejemplo de este aserto: después de julio de 2008 se abocó a reconstruir el propio poder, que había quedado muy dañado, con la fórmula sencilla de "hacer política". Con el pueblo, hacia el pueblo, por el pueblo.
Lo que surge de esta situación es que bastaba poner a moverse los engranajes básicos de la democracia para licuar a una oposición que carecía de ideología, de programa y de proyecto, porque había adoptado la ideología, el programa y el proyecto del grupo corporativo que le sirvió de vector. Y a la hora de la verdad, en las urnas, la suma fue cero.
Esta monumental claudicación los sumió también en un microclima tóxico. Y no pudieron siquiera hacerse una idea de la ola que se les venía encima. Hasta último momento creyeron que Cristina perdía las elecciones, que forzaban la segunda vuelta. Vivían en el "país Clarín", en el que Duhalde empataba con la Presidenta y Carrió era más grande que Jesús, como dirían los Beatles. Así les fue.

Como también se ha señalado en este blog, esta situación política colocó al oficialismo en una situación de equilibrios obligados y muy sutiles. Ante la ausencia de fuerzas políticas opositoras que actuaran en el terreno institucional, se advirtió aquí que era cuestión de tiempo hasta que el kirchnerismo generara su propia "oposición". Lo que blanqueó Hugo Moyano el jueves en el canal de cable del grupo Clarín es sólo la finalización de un proceso que lleva bastante tiempo. Previsible desde donde se lo mirara, dado que cada vez más la política es una ciencia exacta, las aspiraciones del moyanismo de constituirse en una versión argentina del PT brasileño se fueron por el caño en el momento de conformar las listas de candidatos. En el esquema imaginario de la cúpula cegetista, la conducción política ejercida por Cristina Fernández era "optativa", en el mejor de los casos y sin entrar en el amplio y vasto campo de la misoginia política, que también aportó lo suyo, como muy lúcidamente se señalan Los Caniches de Perón.

Por cierto que el peor pecado peronista es discutir la conducción. Eso es lo que dejó a Moyano y su gente sin margen de maniobra. Ahora es "a la carga Barracas". Todo o nada, o sea, nada. Porque la legitimidad y contundencia de la autoridad de Cristina, tanto hacia adentro como hacia afuera del peronismo kirchnerista, es indiscutible. La autoridad se ejerce y eso es lo que hace, sin la menor duda, la Presidenta. Quizás los compañeros de la CGT esperaban otra cosa. Sin dramatizar, en tanto se trata de compañeros respetados, aunque profundamente equivocados, puede decirse de la CGT que fueron por lana y salieron trasquilados. Ojalá no hubiera sido así.

El campo gorila en cambio, a fuerza de la deserción de la política, ha sido ocupado por la militancia periodística y sus satélites (variados). Diariamente los medios enfrentados a muerte con el Gobierno libran una guerra sucia desde sus múltiples bocas de expendio. Desde la ironía hasta el insulto, la unidad de concepción que se advierte a lo largo de los editoriales, notas, comentarios y tweets generados por los soldados de la corporación mediática no deja dudas acerca de la existencia de un comando estratégico unificado y una férrea bajada de línea. Y no es que les preocupe demasiado ocultarlo. No es ese el juego de estos muchachos. Por el contrario, la táctica consiste en atacar por diez flancos a la vez: crear un "relato" que logre la licuefacción del caudal electoral reciente de la Presidenta.

En el periódico Perfil, un editorial de Fontevecchia afirma que Cristina está sobremedicada y otro de Lanata, en el que se resuelve que la ecuación que define la actualidad del Gobierno es "autismo más Gendarmería", mientras que desde la nave madre, Nelson Castro le dice a la Presidenta que es una ignorante, como si tal cosa. Queda claro? Hay un común denominador en estas fórmulas: De la Rúa.
Es decir, crear las condiciones objetivas de una fuga del gobierno. Un golpe sin militares. De máxima, un 2001; de mínima, un 2008 con la lección aprendida por parte de los golpistas.
Es un sólo uno de los tantos flancos. Pero sirve para desmigajar las intenciones de la nueva oposición argentina: retratar un gobierno sordomudo, cerrado e incapaz. Y una crisis consiguiente. Y un helicóptero que huye.
Inflación, importaciones, Malvinas, old Fund, trenes, subtes, colectivos, Proyecto X, Indec, Moreno, La Cámpora e infinitos etcéteras, conforman el ataque de múltiples frentes que la guerra sucia mediática encara con el objetivo manifiesto de poner contra las cuerdas al Gobierno. Moyano, Alberto Fernández, las familias de las víctimas de Once y muchos más, son las herramientas casuales que se usan sin asco ni pudor. Todo vale. Los "excesos" quedarán para falsos juicios éticos post-guerra.
Algunas de estas herramientas se saben usadas, y se entregan al "quid pro quo" que demuestra que la instancia mediática es la única posible a la hora de volverse opositor. Las demás lo son por desesperación.

La "patria mediática" propone la guerra en términos clásicos: busca restaurar un estado de cosas mediante la demolición fáctica de lo que ha logrado el kirchnerismo. La ética pública, los denuestos contra la "corrupción", la preocupación por el "gasto" y la inflación, el interés por las víctimas de tragedias seleccionadas (alguien sabe algo de la familia del pobre viejo abandonado del derrumbe del edificio de la calle Mitre?), todo eso es un temario hipócrita de usos múltiples, generado por las usinas del restauracionismo corporativo. Mienten en muchas cosas, pero principalmente lo hacen al decir que son independientes.

Como en los tiempos de Massera y Videla, la guerra sucia sirve para castigar pero sobre todo, sirve para aleccionar: hay intereses con los que es mejor pactar, hay conglomerados con los que mejor no meterse. Y si querés gobernar tranquilo, más vale que te agaches y te sometas. El terror como remedio preventivo.
El esquema clásico de la protección mafiosa.
Este es el trasfondo verdadero del nuevo "relato" que los medios buscan inocular en el cuerpo social.

Y si bien la Presidenta es la más capaz y mejor comunicadora de su propio Gobierno, no puede estar siempre en la vanguardia para recibir las andanadas. Debe haber quien lo haga por ella, porque las andanadas están. Son dolorosamente reales. Al menos por una cuestión básica de cuidado para con quien conduce este proceso virtuoso y es, a la vez, su principal garante. Un proceso que transformó el país saqueado por quienes hoy auspician una brutal guerra de medios para recuperar el poder perdido.

Fuente: http://pensando-la-argentina.blogspot.com.ar/