martes, 3 de abril de 2012

La oligarquía parece drogada

Por Pablo de Biase

La tapa de la Nación de ayer vale más que mil palabras, es la prueba palmaria que podrán exhibir los nacionalistas más furiosos de aquí a mucho tiempo. Son los riesgos de jugar con lo que se piensa, lo que no se piensa, lo que se siente (en tanto, sentimientos) y lo que se siente (en tanto, sentidos) frente a una vastedad de campos de soja, cuentas cifradas, oficinas importantes, drogas peligrosas y lisergia espiritual.

La tapa de La Nación es un canto a la honestidad intelectual de sus editores, a lo mejor de sus tradiciones. Desde el mismísimo día en que el fundador de la historia oficial, el descendiente de griegos con apellido de pelota, el mismo que arengó a las tropas que iban a pelear al Paraguay cuando era Presidente de la Nación diciéndoles que su gesta sería “luchar por la libertad de comercio”, quedó establecido que la Nación sería tribuna de doctrina… liberal. Y, dicho con palabras de los negocios de sus tiempos, “un fabuloso career de negocios, privados, públicos y los mejores, aquellos en los privados amigos se aseguran las ganancias, y el Estado, los gastos”.

Mucha sangre corrió por la Argentina, cada vez más plebeya, más lejana de la basura intelectual y del terrorismo emocional que practican los nuevos comandos del pen-drive en el frente de los Mitre-Saguier. Cada tanto, algunos de los canallitas que editan la tapa de la Nación sufre un traspié con el whisky o con el teclado y vomita basuras como las del 2 de abril, se sincera en exceso, bah. Basuras que, en nombre de los amigos muertos, y del más elemental buen gusto y respeto, a veces cansan de masiado. Rompen demasiado las pelotas. La lucha es larga y lo sabemos, ahora, ¿no habrá algún enemigo un poco menos imbécil, un poco menos sátiro del castellano, un  tantito menos torturador de sensateces y sentimientos?

Las tribunas de doctrina, se sabe, no son tribunas muy populares. Y el aliento a cipayo, la resaca de pink-gin atrasado unos 150 años me intranquilizan el mate. Amargo, bien amargo.

Fuente: http://www.cafeumbrales.com.ar/