lunes, 9 de julio de 2012

Día de la Independencia

Podríamos trazar varias analogías con aquella primera acta donde se declara la Independencia de las Provincias Unidas el 9 de julio de 1816 con el proyecto nacional, popular, democrático y latinoamericano iniciado el 25 de mayo de 2003.

Este gobierno que fuera conducido por Néstor Kirchner y, actualmente, por la presidenta Cristina Fernández, han impulsado la creación de organismos que articulen las políticas regionales, como la UNASUR y la CELAC, recuperando de esa forma aquel viejo designio de la Patria Grande, la de volver a pensar, reflexionar y gestionar los estados desde nuestra propia impronta sudamericana; con las provincias unidas otra vez, con nuestros pueblos hermanados.

Quizá otra de las acciones más destacadas sea la ampliación de derechos para toda la ciudadanía, y eso contiene un punto de inflexión que lo diferencia tajantemente con los gobiernos que ejercieron el poder desde la recuperación de la democracia. Recordemos que el Acta fue firmada por todos los congresales que declararon la Independencia y se tradujo al quechua y al aymará para que la conocieran las poblaciones indígenas. Hay que resaltar esta disposición, de carácter inclusivo y participativo, con la idea de conformación de una patria en la que cupieran todas las clases sociales, todos sus habitantes, y a esto lo han vuelto a sostener y cumplimentar Néstor y Cristina, cuando nos dijeron y nos dicen "un país para todos y para todas".

Reconocer, incluir y reponer derechos a través de la acción política es cimentar otra vez la Independencia tanto del país como de sus ciudadanos. Es imposible obviar ante tales argumentos los logros de estos últimos años, que hacen al respeto y las obligaciones del Estado para con sus representados, así como a la construcción de una Nación, por eso debemos valorar, en su justa medida, las conquistas desde la política, que superan los contubernios de los grupos de la economía concentrada que pretendían y pretenden continuar ejerciendo, solapadamente, el poder.

La creación de fuentes de trabajos, la recuperación de las AFJP, Aerolíneas Argentinas, YPF, la incorporación de dos millones de jubilados al sistema previsional, la Asignación Universal por Hijo, el matrimonio igualitario, el derecho a la identidad, el juicio a los genocidas, la activación de la industria nacional, son algunas de las tantas concreciones que reconstituyen y nos relacionan, de alguna manera, con el hecho fundante de la Patria, aquella independencia de 1816.

A partir de 2003 hemos comenzado a entretejerse sueños una vez más, y en ese devenir histórico un hombre se sacrificó por su país, Néstor Kirchner, así como lo hicieron muchos de nuestros próceres, de nuestros mártires, de nuestros desaparecidos. Hoy la conducción recae en la presidenta de todos los argentinos, de los cuarenta millones. Cristina no ceja en su empeño, en su visión de futuro, y acompañada por el pueblo hace avanzar el proyecto nacional, popular, democrático y latinoamericano.

Nuestros patriotas decían en 1816: "declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los Reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias".

Cristina expresó en su primer discurso como presidenta que: "teníamos que ir por la segunda independencia […] que es la construcción de una economía que permita tener autodeterminación y que las decisiones de un país, se tomen en ese país y se tomen en los ámbitos donde hombres y mujeres han sido votados por la sociedad en elecciones libres y democráticas".

Desde 2003 hemos ido rompiendo los violentos vínculos ―como anhelaban los Representantes de las Provincias Unidas en Sud América en 1816― con el FMI, el Banco Mundial, el Consenso de Washington y las corporaciones nacionales (o antinacionales), nos fortalecimos como Nación ―debilitamos la dependencia y el coloniaje― y reponemos la sentencia que nos legara Juan Domingo Perón en julio de 1950: "Para nosotros, el gran acontecimiento de la independencia proclamada en Tucumán no debe ser solamente un solemne episodio. Es, en cambio, un gran comienzo... el comienzo de una etapa cuyo término es el ideal de un pueblo constituyendo la unidad nacional, socialmente justo, económicamente libre y políticamente soberano. Así expresamos nuestro concepto de la fecha que celebramos y al mismo tiempo nuestro exacto sentido de la historia".

Fuente: Toma de posición