jueves, 16 de mayo de 2013

El niño Mauricio y la libertad de prensa

Un nene, el otro día en la plaza, se paró delante de mi camino y me dijo "por acá no se puede pasar", para luego, corriéndose un poquito, decir "Está bien, ahora te dejo". Este acto típicamente infantil, pareció envalentonar al nene y siguió: "te dejo caminar por la plaza", "te dejo sentarte en el banco" "te dejo pisar las piedritas". Divino el chiquilín.
Lo que le daba gracia al nene era pensar o dar por supuesto que las cosas eran posibles porque él las permitía. Se daban más allá de él, ya existían desde siempre, pero él las creaba, igualmente, en ese mismo instante. Y los papis, y los padrinos, lo aplaudían, aunque eran concientes de lo que pasaba le sostenían al purrete su numerito, "muy bien, amor, qué bueno que sos, cómo dejás que las personas disfruten del parque".
 
Al niño Mauricio le anda pasando algo parecido. Nos quiere hacer pensar que la libertad de prensa está garantizada porque él lo decreta. Y ojo, porque quizás él se lo crea realmente, y sus papás y sus padrinos le dan manija para que sostenga en cada aparición pública en TODOS los canales y TODAS las radios que en este país nadie puede dar su opinión sin ser perseguido ferozmente.
La cuestión es que el niño Mauricio, con ese decreto casi libertario (progresista en serio lo llamó Morales Solá) pone un amparo a la libertad de prensa (que no es lo mismo que la libertad de expresión) que para los grandes grupos económicos que se dedican a los medios es libertad de negocios. Negocios a veces turbios, a veces un poco menos turbios. Porque impide tomar acciones legales contra empresas periodísticas. Yo le pregunto...si usted tuviera una fábrica de embutidos y vendiera salames podridos, ¿nadie podría hacer nada? ¿Ese es el Estado que esta gente quiere? Confundir libertad de prensa, con libertad de expresión y con libertad de negocios, sirve para crear una zona confusa que permite la ilegalidad.
Entre todo esto, el niño Mauricio, tan naif él, tan inocente y bueno, con este decreto libertario que pretende permitir cuestiones ya permitidas y defendidas en la historia reciente argentina, además de poner los primeros porotos a su campaña electoral y de cumplir con las órdenes de sus titiriteros, opera militantemente para fortalecer el corazón de la propaganda de los grandes centros del poder mundial.
No hay que reírse de Macri, ni decir que es medio boludón. Macri, como  Me(n)em, como De la Rúa, no es un boludo ni un inoperante. Macri es el permitidor, el hombre de traje gris que abre la puerta. Quizás el más perverso de todos.

Don Chicho

Fuente: DVC