Juan Perón, directo al corazón
Hubo un tiempo en que las voces poblaron la Plaza y se agitaban las banderas en lo alto y la música más maravillosa se hacía sentir esperanzada. Se había establecido un diálogo importante entre el poder y el pueblo y se había comprendido que la movilización era la principal herramienta para sostener los cambios profundos que el país llevaba adelante, cambios que no solo construyeron la matriz social del Movimiento sino que hasta hoy, y a pesar de todas las derrotas sucedidas, siguen poniendo a la Argentina 50 años delante de los países de América Latina.
El ideario colectivo de mayor justicia y de igualdad se corporizó en el Coronel del Pueblo que había llegado a gobernar por voluntad de la soberanía popular, como siempre, y en el programa que recogía las principales reivindicaciones de las clases populares: Salud pública, mejor y más educación, más justa distribución del ingreso, industrialización, salarios justos, sistema previsional y de obras sociales, protección de los sectores más vulnerados, inclusión de la mujer en igualdad de derechos como principales ejes de un Gobierno Popular que potenció al Estado como principal árbitro de los conflictos.
Perón no solo fue el más preclaro de los dirigentes de la época, a los que les sacaba años luz a todos ellos juntos. Ni Frondizi, ni Balbín, ni Palacios, ni los Ghioldi, ni Sabattini tenían estatura para alcanzar la sombra de Perón. Fue un intelectual brillante, un hombre de una inteligencia superior que supo comprender las demandas de su tiempo y hacer realidad un proceso de cambios que alterarían para siempre la realidad argentina. También, hay que decirlo, el último de los militares sanmartinianos y parte del único ejército que comprendió al pueblo.
Le dio al Pueblo objetivos a alcanzar y puso su empeño en los logros, visualizó como ningún otro el horizonte de llegada y pudo, en tanto, mantener el rumbo en alianza con los sectores que se sintieron parte del proyecto más abarcativo hasta entonces conocido por los arrojados a la interperie por los mandantes en el pre-peronismo.
Construyó un espacio político de mayorías, interpretó sus demandas y supo articular la respuesta más equitativa posible.
Dejó su palabra como un legado insoslayable para los que se animan a recorrer el camino de los pueblos. Los fundamentos de una acción inquebrantable al servicio de las clases populares están documentados en su herencia trascendente.
Fue un pacifista al que le reprochan no haber llevado al país a la guerra civil los mismos cobardes que masacraron al pueblo y que son los mismos a los que el pueblo señalará como asesinos por siempre.
Lo excomulgaron, lo persiguieron – a él y a sus ideas – lo desterraron, por defender un proyecto de país más justo, más igual, más equitativo y solidario.
Su nombre fue un grito de resistencia, un desafío al orden establecido por el horror que lo sucedió y a la vez síntesis de las aspiraciones populares a vivir mejor.
Juan Perón murió el 1º de Julio de 1974, el día había amanecido gris y lluvioso. Tenía 78 años, era el presidente de la Nación elegido por tercera vez por voluntad del pueblo. Un patriota y un soldado de la causa de los trabajadores. Había marcado a fuego 30 años de la vida argentina y sembró banderas de justicia que levantarían generaciones enteras. El dolor atravesaba la despedida en las calles, una terrible sensación de orfandad se apoderó del espacio y los interrogantes sobre el día después se precipitaban con la lluvia.
Nadie imaginaba que las voces ya no volverían a poblar la Plaza por mucho tiempo y que en lugar de ellas abrumaría el silencio de los pañuelos blancos.
Fuente: Peronismo Rebelde
Hubo un tiempo en que las voces poblaron la Plaza y se agitaban las banderas en lo alto y la música más maravillosa se hacía sentir esperanzada. Se había establecido un diálogo importante entre el poder y el pueblo y se había comprendido que la movilización era la principal herramienta para sostener los cambios profundos que el país llevaba adelante, cambios que no solo construyeron la matriz social del Movimiento sino que hasta hoy, y a pesar de todas las derrotas sucedidas, siguen poniendo a la Argentina 50 años delante de los países de América Latina.
El ideario colectivo de mayor justicia y de igualdad se corporizó en el Coronel del Pueblo que había llegado a gobernar por voluntad de la soberanía popular, como siempre, y en el programa que recogía las principales reivindicaciones de las clases populares: Salud pública, mejor y más educación, más justa distribución del ingreso, industrialización, salarios justos, sistema previsional y de obras sociales, protección de los sectores más vulnerados, inclusión de la mujer en igualdad de derechos como principales ejes de un Gobierno Popular que potenció al Estado como principal árbitro de los conflictos.
Perón no solo fue el más preclaro de los dirigentes de la época, a los que les sacaba años luz a todos ellos juntos. Ni Frondizi, ni Balbín, ni Palacios, ni los Ghioldi, ni Sabattini tenían estatura para alcanzar la sombra de Perón. Fue un intelectual brillante, un hombre de una inteligencia superior que supo comprender las demandas de su tiempo y hacer realidad un proceso de cambios que alterarían para siempre la realidad argentina. También, hay que decirlo, el último de los militares sanmartinianos y parte del único ejército que comprendió al pueblo.
Le dio al Pueblo objetivos a alcanzar y puso su empeño en los logros, visualizó como ningún otro el horizonte de llegada y pudo, en tanto, mantener el rumbo en alianza con los sectores que se sintieron parte del proyecto más abarcativo hasta entonces conocido por los arrojados a la interperie por los mandantes en el pre-peronismo.
Construyó un espacio político de mayorías, interpretó sus demandas y supo articular la respuesta más equitativa posible.
Dejó su palabra como un legado insoslayable para los que se animan a recorrer el camino de los pueblos. Los fundamentos de una acción inquebrantable al servicio de las clases populares están documentados en su herencia trascendente.
Fue un pacifista al que le reprochan no haber llevado al país a la guerra civil los mismos cobardes que masacraron al pueblo y que son los mismos a los que el pueblo señalará como asesinos por siempre.
Lo excomulgaron, lo persiguieron – a él y a sus ideas – lo desterraron, por defender un proyecto de país más justo, más igual, más equitativo y solidario.
Su nombre fue un grito de resistencia, un desafío al orden establecido por el horror que lo sucedió y a la vez síntesis de las aspiraciones populares a vivir mejor.
Juan Perón murió el 1º de Julio de 1974, el día había amanecido gris y lluvioso. Tenía 78 años, era el presidente de la Nación elegido por tercera vez por voluntad del pueblo. Un patriota y un soldado de la causa de los trabajadores. Había marcado a fuego 30 años de la vida argentina y sembró banderas de justicia que levantarían generaciones enteras. El dolor atravesaba la despedida en las calles, una terrible sensación de orfandad se apoderó del espacio y los interrogantes sobre el día después se precipitaban con la lluvia.
Nadie imaginaba que las voces ya no volverían a poblar la Plaza por mucho tiempo y que en lugar de ellas abrumaría el silencio de los pañuelos blancos.
Fuente: Peronismo Rebelde