sábado, 7 de junio de 2014

Los periodistas son los medios

Por Gerardo Fernández

Entre las tantas verdades aparentemente sagradas que este tiempo vino a poner en discusión está el periodismo, esa profesión que muchos periodistas y empresas de medios describen como un compromiso juramentado con la verdad cuando en rigor se trata de trabajadores que en la mayoría de los casos venden su fuerza laboral y cumplen su tarea con diversos grados de honestidad tensionados diariamente por cumplir con la verdad o con el editor.

No es casual que mientras "los mercados" tomaron por asalto el sentido común en los noventa se ejecutara un trabajo de zapa contra la política como herramienta del pueblo y se instalara como reemplazo al periodismo. En clave noventista "periodismo" significaba "medios", un conglomerado de empresas que venían a controlar la cabeza del país, a marcarle en qué pensar y cómo hacerlo. Aquél tiempo de pequeñas empresas de medios, en muchos casos familiares, donde se podía encontrar al dueño en su oficina quedó hace rato en el recuerdo pero el relato de muchos periodistas sigue anclado en ese tiempo.

Atrasa.

Cuando los mercados tomaron el poder lo primero que hicieron fue convencer a los argentinos que los periodistas serían a partir de ahí lo no contaminado y en consecuencia lo único en lo que valdría la pena creer. Por supuesto que no se explicaba quién los seleccionaría y les pagaría el jornal. Lo lograron: durante mucho tiempo esta profesión encabezó las encuestas de credibilidad. Fueron tan audaces que desplegaron la avanzada a dos puntas, por un lado desde el mainstream y por otro en alianza táctica con ese gran impostor llamado Jorge Lanata quien desde un progresismo aparente coincidía en que si algo había que desterrar de la faz de la patria era la política.

Ir a fondo contra la política por derecha y por izquierda fue una embestida de alta inteligencia. Con una sociedad descreída de la principal herramienta que posee para definir su futuro y confiada en que lo único en que se puede creer es en los periodistas está definitivamente postrada. Y casi lo habían logrado cuando la lógica económica neoliberal desencadenó su salvajismo brutal y en 2001 vino el gran desbande. No obstante las hordas de inflamados ciudadanos con necesidades básicas satisfechas gritaban en las calles porteñas "que se vayan todos", todos los políticos, obvio, y que los banqueros le quitaran el cepo a sus cajas de ahorro.

No se recuerdan manifestaciones frente a los grandes medios de comunicación que sólo contaban los sucesos en las calles. No se les imputaba responsabilidad alguna.

Les venía saliendo todo muy bien hasta que explotó Internet y puso todo patas para arriba al horizontalizar buena parte del flujo de noticias e interpretaciones, hiriendo de muerte aquél proyecto de un Fahrenheit 451 donde la pantalla ordenadora la digitaba un un puñado de empresas. "Estás en casa" supo decir alguna vez un slogan de Canal 13, revelando el gran sueño del multimedios, que se podría traducir así: "vos estás en tu casa, nosotros te entretenemos y te decimos en qué cosas vale la pena pensar pero no sólo eso, también te ayudamos en cómo hacerlo"

No ha quedado nada de aquellas pymes románticas con periodistas que defendían cara a cara sus notas con editores y patrones, salvo el cuento de hadas al que muchos colegas se aferran y no se sabe si por vivos o por haraganes.

Hay periodistas de todos los colores políticos e ideológicos, los hay brillantes y horribles, honestos y de los otros. Y hay grandes empresas que contratan a unos y no a otros, por la sencilla razón de que seleccionan a aquellos que estén de acuerdo o al menos no objeten sus lineamientos editoriales.

Y está muy bien que sea así, muy bien. Lo que está mal es que se lo oculte a las audiencias.

Por suerte, día a día crece la cantidad de ciudadanos que se va dando cuenta por las suyas.


Fuente: Tirando al medio