sábado, 2 de julio de 2011

Hace 37 años moría el General

Volver a Perón

Por Juan Manuel Fonrouge.

La organización política es una escuela de vida, por eso, para Perón organización y formación iban de la mano: “Lo que la juventud tiene que hacer (...) es buscar conformar una organización que los prepare de la mejor manera para la tarea que van a tener que realizar”.

La misión de las corporaciones mediático-económicas es las de tergiversar la historia, buscando desanimarnos, confundirnos.

Quieren hacernos creer que la patria no existe, que la única finalidad de la vida es el lucro, el egoísmo y la acumulación de poder para atesorarlo y enriquecerse.

Nuestra finalidad debe ser la de ponernos a disposición de la patria, del pueblo argentino y latinoamericano, de los oprimidos y despojados.

Para encontrar nuestro rumbo histórico como pueblo y como nación hay que volver a Perón, porque fue quien mejor sintetizo, con su práctica y su teoría, la continuidad de nuestro proyecto histórico de liberación que comenzó con la revolución de mayo.

Revolución pacífica y democrática

Entendemos esta revolución como pacifica, porque nuestros pueblos no quieren la guerra, no han sido formados en la lucha por el “espacio vital”, ni en el “destino manifiesto” que busca justificar proyectos imperialistas.

Nuestra geografía, la abundancia de nuestros recursos, la hermandad entre los pueblos que habitan América, nuestra historia de independencia conjunta, nos ha formado en la paz y no en la guerra.

En tanto la acción imperialista no busque agredirnos o avasallarnos, nuestra política militar es defensiva, y nunca puede ser pensada para la agresión de otro país hermano, o contra nuestro propio pueblo.

Y nuestra revolución, por más que les pese, tanto a los ideólogos de la teoría de los dos demonios como a los defensores del genocidio, siempre fue democrática.

Porque hasta ahora, las reglas de juego las había puesto siempre el enemigo, con sus golpes de Estado, fusilamientos, proscripciones y bombardeos nos hicieron hablar en su propio lenguaje.

En las décadas del '60 y '70, el contexto internacional, principalmente la Revolución Cubana, fue influyente, pero sin dudas, fue este lenguaje impuesto por el enemigo, el de la violencia, lo que generó la conciencia en la militancia de que llegar al poder mediante el voto popular era imposible, y si se lograba, tarde o temprano, la reacción termina siendo tan furibunda, y las fuerzas de la antipatria son tan brutales, que el gobierno democrático y popular termina cayendo, o llevando a su pueblo a una guerra civil, cosa que Perón quiso evitar en el año `55.

No es que seamos ilusos, simplemente, nuestra formación humanista y nuestra ética revolucionaria se basa en el amor y no en el odio.

Odio que ha aparecido en muchas teorías revolucionarias como un atajo, o en contextos donde la sangre derramada de los compañeros nos llevaba a situaciones extremas.

Bien claro fue Perón al expresar que “Si se emplea mucha sangre se ahorra tiempo, si se emplea mucho tiempo se ahorra sangre; eso es lo único que podemos decir, pero siempre es una lucha. Hay que pensar que del otro lado hay una voluntad contrapuesta, que también tiene fuerza, y no es cuestión de atropellar con la cabeza porque se rompe la cabeza, ¿saben?”, más claro, imposible.

Hoy, nuestro ejemplo es el de las Madres y Abuelas, el de los compañeros que dejaron su vida para que nosotros tengamos patria, justicia social y libertad. Y también un sistema democrático, porque fueron las oligarquías las que siempre proscribieron la democracia e ilegalizaron la política.

De la reconstrucción nacional al movimiento de liberación

Hablar de liberación en los '90, e incluso entrado el gobierno de Néstor Kirchner, era para muchos ilusorio. Primero nos decían que las ideologías habían muerto, que el pensamiento único había triunfado, que lo único que valía era vivir dando codazos y atropellando al resto.

Cuando Néstor nos dijo que no venía a dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada, por izquierda y por derecha nos decían que éramos unos ilusos en volver a creer en la política, que la militancia era cosa del pasado y que no valía la pena seguir luchando.

Nosotros confiamos en este proyecto encabezado por Néstor y Cristina, porque entendimos desde un principio que era necesario, antes de pensar un proyecto de liberación, salir del infierno.

Ese salir del infierno, no es otra cosa que lo que Perón llama “reconstrucción nacional”.

En la primera reunión de “Perón habla a la juventud peronista”, del 7 de febrero de 1974, el gran líder argentino dice claramente: “En estos momentos, no podemos hablar todavía de liberación. ¿Liberación de qué, si todo lo tenemos hipotecado? Un país que debe siete mil quinientos millones de dólares, al exterior, y tres billones de pesos en lo interno (…) Primero tenemos que liberarnos de esa hipoteca, y cuando lo hayamos hecho, debemos poner al país en pie y marchar hacia sus grandes destinos. Sin eso, ¿para qué nos queremos liberar?”, sin dudas, Néstor es el Perón de nuestro tiempo.

Pasamos del infierno a pensar un país, todavía nos encontramos inmersos en la reconstrucción nacional, pero mirando la liberación nacional y social, que no es otra cosa que las 3 banderas del peronismo: la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.

Nuestra liberación es nacional y social

El lugar que le han asignado a nuestro país en la distribución internacional del trabajo, o como ahora gustan llamar los neoliberales, “concierto de naciones”, es el de productor de materias primas.

Todo lo que no sea la utilización del suelo, o la extracción de los recursos del subsuelo, por capitales extranjeros que luego decidirán en qué país se les agrega valor, es sin dudas, un acto revolucionario, enmarcado en lo que denominamos liberación nacional.

Esto significa que el desarrollo industrial, tecnológico y científico, para lo que se necesita el desarrollo de varias cuestiones: la educación, con más y mejores universidades y escuelas tecnológicas, el desarrollo de una clase emprendedora, gente con ideas, bancos de inversión, el robustecimiento del mercado interno, el intercambio y cooperación con los países de América, ayudando a su desarrollo, son tareas fundamentales en nuestro programa de liberación nacional.

Y nuestra liberación también es social, porque queremos liberarnos de las ataduras que ha impuesto la moral burguesa, y desarrollar la moral de los que trabajan, de gustos sencillos, que busque sincerarnos con nuestra condición humana, con un sentimiento libertario, de fraternidad con nuestros semejantes y con la naturaleza.

Nuestra moral revolucionaria es una construcción de sentido colectiva, histórica, por ende en permanente evolución, contraria al pensamiento conservador que busca mantener el estatus quo imponiendo verdades universales.

Organización y formación de cuadros

Nuestro proyecto nacional y popular necesita tomar cuerpo, fortalecerse, y para eso es necesario la formación y la organización de los cuadros integrales, o sea, militantes con formación doctrinaria, política y técnica.

No es posible avanzar en los cambios estructurales, si no pensamos en un pueblo organizado, consciente, movilizado para sostener las transformaciones.

Lo que estamos buscando es el desarrollo de una conciencia para consolidar un proyecto estratégico de país que se sostenga en el tiempo, no que dure 20 años, como muchas veces decimos, sino que dure, como círculo virtuoso, por siempre, porque no existe justificación alguna para volver atrás, volver a rifar el patrimonio nacional, generar ajustes y reprimir.

Pero dejemos que sea Perón el que hable: “Organizar no es juntar gente; es aunar voluntades conscientes con una finalidad, es decir, con un objetivo. Cuando digo voluntades conscientes, quiero decir hombres (y mujeres) a los cuales se les haya dicho «Nosotros queremos esto ¿Lo quiere usted también? Venga con nosotros»". (“Perón habla a la juventud peronista”, del 7 de febrero de 1974).

En esa época a Perón le preocupaba el tema de la organización: “para mí el problema fundamental de la juventud es organizarse; no está organizada. No está organizada porque se da el ejemplo que sale una juventud y atrás sale otra juventud en contra de la que está adelante. Eso no puede ser”, un claro llamado a la organización y la unidad que resuena hasta en nuestros días.

La organización política es una escuela de vida, por eso, para Perón organización y formación iban de la mano: “Llo que la juventud tiene que hacer (…) es buscar conformar una organización que los prepare de la mejor manera para la tarea que van a tener que realizar”.

Esta etapa histórica, absolutamente inesperada y maravillosa, nos encuentra nuevamente necesitados de un marco teórico para formar y concientizar a las nuevas generaciones de militantes, por eso es necesario volver a Perón.