viernes, 2 de septiembre de 2011

De Cristina a Candela, del “fraude” al fango

Todo el país estuvo en vilo durante los diez días que pasaron desde que Candela Sol Rodríguez desapareció. No hay argentino de bien que no se haya ilusionado con otro final, bien diferente...

Estábamos con la guardia baja ese miércoles de agosto, el último día de un mes muy particular para la vida de los argentinos. Desolados. Pero es allí cuando más firmes y atentos tenemos que estar, para que no nos vuelvan a sorprender en nuestra buena fe, como tantas veces ha ocurrido.

Previsiblemente, los medios que ya sabemos manipularán por enésima vez la información, politizando miserablemente, con un fin electoral cuyo vencimiento opera el 23 de octubre, un drama familiar escalofriante, que sin duda tiene efectos sociales, por la conmoción que provoca.

“Todos se hizo mal”, juzgan tempranamente ya sabemos quiénes. Y a renglón siguiente recuerdan que Cristina Fernández recibió en la Casa Rosada a la mamá de Candela, argumentando así que el caso fue politizado por el propio gobierno y que el costo por el fatídico final debía costearlo, entonces, la Presidenta. Mienten. ¿Qué escribirían si la mandataria no hubiese aceptado conversar con Carola Labrador, que había solicitado expresamente la audiencia para recibir “contención” por parte de la máxima autoridad estatal?

“¿Entonces esto quiere decir que a cualquiera puede pasarnos una cosa así?”, se pregunta con malicia y nada de ingenuidad el “periodista” de TN. Y continúa: “¿En manos de quién está nuestra seguridad”, entre otros interrogantes similares y de intencionalidad obvia.

Es recién entonces cuando surge el experto Jorge Lanata, para afirmar que “hacen falta buenos policías” y pone como ejemplo la política puesta en práctica por el Estado colombiano, al menos en la ciudad de Medellín, conocida mundialmente por sus altísimos índices de violencia criminal. “Allí a cuatro mil paramilitares que participaron en la lucha contra la guerrilla –aporta el periodista que alguna vez, hace muy poquito, despuntó el vicio en un teatro de revistas–, el Estado les puso atención psicológica y logró regenerarlos”.

Claro, por ahí venía la cosa. Lanata ya nos había advertido que él estaba harto de la dictadura. Para el fundador de Página/12, como se jacta, y fundidor del diario Crítica, como omite, una solución posible para la inseguridad pública sería suspender los juicios por delitos de lesa humanidad que lo hastían, y ponerles un psicólogo al "Tigre" Acosta, a Astiz, al "Turco" Julián, para regresarlos luego a la sociedad y lograr que le sirvan a ella, haciendo algo para lo que evidentemente fueron preparados, pero que por algún extraño motivo “psicológico”, más propio del diván que de la política, no cumplieron cuando estuvieron en funciones. Por ejemplo, encontrar a Candela con vida.

Sí, sí, entendió bien. Hacer con los integrantes de los grupos de tareas de la dictadura cívico-militar, los “buenos policías” que faltan, sugiere Lanata, cuidándose bien de no explicitarlo. Ni más ni menos. Lástima que Luis Abelardo Patti está gravemente enfermo, según él mismo adujo en el juicio que lo condenó a perpetua, porque sino también sería un aspirante a la reinserción social y la lucha contra el delito urbano. Lo demostró sobradamente en Escobar, torturando a los rateros.

En la noche del 14 de agosto, algunos creímos que los medios tradicionales y más potentes ensayarían otra estrategia de cara a las elecciones de octubre, porque el resultado de las Primarias evidentemente demostraba que la táctica empleada no había resultado efectiva. Nos equivocamos, sin embargo. Insisten. Nos siguen pegando abajo. “Vienen por más”, como dijo Horacio Verbitsky, y es probable que los encuentren. “¿Que encuentren qué?”, como se pregunta Lanata, sobreactuando, fingidamente acongojado, leyendo el comentario como una amenaza.

Los votos a favor del proyecto nacional y popular, señor Lanata. Esa es la verdadera amenaza para la derecha: los votos. El pueblo cuando toma decisiones. La democracia. Octubre es su más íntimo temor. Por cierto, nadie le roba las boletas a la oposición. Son los propios medios hegemónicos quienes las pierden. Solos. “Sigan así”, como también dijo Verbitsky.

Fuente: Diario Registrado