lunes, 23 de enero de 2012

Malvinas y el cambalache mediático

Por Sergio Fernández Novoa

A un viejo dirigente neuquino le escuché decir, hace ya muchos años, que “en política lo importante es que hablen de uno, incluso bien”. Y esa frase se hace presente cada vez que observo los dislates que muchos políticos suelen expresar por aparecer algunos centímetros en algún diario o unos segundos en televisión.

La regla de oro de esta lógica dicta que lo importante es estar, no importa cómo. Aun al precio del ridículo, la banalidad o el cinismo. Se puede hablar de cualquier cosa, aun de las importantes, con la misma liviandad. En una suerte de cambalache mediático, la guerra de las vedettes se mezcla con la de Malvinas.

La “necesidad” de ser visible conduce a representar cualquier papel: integrar el panel de un programa de chimentos, someterse a la humillación pública de la caricatura de sí mismo o tener unos pocos minutos (o centímetros) para opinar mediante eslóganes sobre lo que merecería un desarrollo mayor.

El resultado no es otro que sucumbir a la tiranía de lo breve y al reinado del vértigo, donde nada importa más que la sucesión de imágenes y/o palabras.
Situación, justo es reconocerlo, que no está nada mal para quienes reniegan de la política porque creen que nada hay que cambiar, sólo administrar lo dado. Lo cual significa, ni más ni menos, eternizar las situaciones de injusticia que se verifican en el mundo contemporáneo.

Así, donde todo vale, el león puede proclamarse vegetariano. Y David Cameron, primer ministro inglés, acusar de colonialista a la Argentina por reclamar sus derechos soberanos sobre las Islas Malvinas, apropiadas mediante una acción colonial.

Cameron puede decir lo que dice porque busca el impacto que evada las inconsistencias. Total, apenas resuenen como un eco en todos los rincones del planeta, ya habrá otras que las reemplacen y eviten que alguien pueda preguntarse cómo puede hablar de colonialismo un Imperio que durante las primeras décadas del siglo XX abarcaba unos 33.700.000 kilómetros cuadrados y una cuarta parte de la población mundial.

Lo importante es que el ruido disimule, distraiga. Sin embargo, la realidad indica que la Argentina logró construir en el escenario internacional, unión latinoamericana mediante, los sentidos necesarios para que los argumentos británicos sobre su ocupación de Malvinas estén más débiles que nunca.

A nadie escapa tampoco que Cameron busca tapar otros títulos. Esos que hablan de desocupación récord, ajuste brutal sobre los más necesitados y estado de rebelión de jóvenes, desempleados y excluidos que desafía a su gobierno.

A fuerza de ser justos, debemos incluir junto al premier inglés a aquellos comunicadores que se alinean detrás de las corporaciones para pontificar con inconsistencia e irresponsabilidad.

En la misma edición en que da cuenta del exabrupto de Cameron, Clarín publica una extensa nota (pág. 5, 19 de enero) en la que su corresponsal en Londres traza un paralelismo entre Cristina Kirchner y el dictador Galtieri; califica como “ajuste económico embozado”, “doloroso y brutal”, a la eliminación de subsidios en nuestro país y como “recortes presupuestarios” al ajuste brutal dispuesto por el gobierno conservador anglosajón; y denuncia al gobierno nacional por una “escalada de incidentes argentinos sobre las islas” y por “su altisonante lenguaje”.

Todo ello para concluir que a Cameron y Cristina “los une la búsqueda de oxígeno político” y una “buena causa nacional para disimular sus respectivos problemas domésticos”. En definitiva, ambos pelean por lo mismo, salvar su pellejo. Desaparecida la cuestión colonial (presente desde el siglo XVI), hasta el exabrupto británico no sería tal.

La cuestión de fondo, en definitiva, no es otra que la relación entre la comunicación, los medios y la política, en un mundo donde las nuevas tecnologías aplicadas a la comunicación fundaron una cultura audiovisual y digital que nos obliga a repensar los términos de dicha relación.

En esa línea aportan iniciativas como la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la nueva legislación sobre el papel para diarios y el desarrollo de la Televisión Digital Terrestre. Sin dudas, la gran tarea de la hora es construir un nuevo mapa mediático que sume al gran escenario de los medios de comunicación a aquellos actores sociales marginados de ejercer de manera plena el derecho a la libertad de expresión. De lo contrario, la prensa argentina quedará reducida a periodistas que bailan en teatros de revista o a quienes nos cuentan desde Londres lo que sucede por estas tierras.

Fuente: Diario Registrado