domingo, 5 de febrero de 2012

Adiós a las armas

Si hay algo difícil en política es recuperar lo que simbólicamente fue apropiado por otros. Lleva su tiempo, pero por sobre todas las cosas, necesita ser resignificado, puesto en otro lugar, encadenarlo a otros simbolismos, tejerlo en una coyuntura del presente. Eso parece estar pasando con Malvinas. A diferencia de otros temas, no es simplemente una “deuda” de la democracia, o una cuenta pendiente a resolver. La decisión de publicar oficialmente el informe Rattembach, entre otras cuestiones, muestra que en Malvinas, antes que “cerrar” es necesario “abrir” el tema. Que Malvinas entre, de una vez, en la era democrática. Tal vez sea exagerado ponerlo en términos de un nuevo Nunca Más pero seguramente va a servir para saldar una idea de la aventura militar que, todavía hoy, sigue teniendo lagunas de silencio importantes. La operación no es sencilla porque desde el 83 para acá “malvinizar” un discurso desde el Estado significó de una u otra forma construir un relato sobre la guerra, antes que sobre las islas y la disputa de soberanía. Significó, casi siempre, un boomerang para la política, como cuando Alfonsín habló de “los héroes de Malvinas” para referirse a los carapintadas, o la restitución del 2 de abril como feriado nacional por parte del economista castrense López Murphy (para los desmemoriados o muy menores, sí, Ricardo López Murphy fue ministro de Defensa). El desafío entonces, como primer paso es que Malvinas signifique mucho más que la guerra. Hacia atrás y hacia delante. Malvinizar y desmilitarizar en un solo movimiento, digamos, como fórmula doble para ir armando un rompecabezas nuevo. El documento de la cancillería, “Más diplomacia, menos armas”, no resume sólo la posición de política exterior, sino también, creo, parte de una revisión histórica propia, la necesaria desmilitarización para ir haciendo pedagogía sobre algo que conocemos poco y mal. Pero tiene, más evidentemente, la virtud de dejar a Gran Bretaña bailando sola en el vals bélico. “Sí, ustedes ganaron una guerra a un gobierno ilegítimo, que fue juzgado por tribunales argentinos por crímenes de lesa humanidad, felicitaciones. Ahora, tienen que sentarse a negociar con un gobierno constitucional una cuestión de soberanía territorial“. En ese sentido, las movidas inglesas de estos días muestran que son ellos los que están necesitados de agarrarse cada vez más de la invasión del 82 para sostener su permanencia colonialista. El derecho argentino sobre Malvinas pasa por otro lado.

La otra resignificación necesaria es también un dato de estos tiempos: volverla un reclamo regional fue, sin dudas, el hecho político que hizo que GB reaccionara. La integración regional y la defensa de las soberanías nacionales son, y van a ser cada vez más, una misma cosa, al revés de lo que dicta el pensamiento nacionalista retrógrado. Y también en contraposición a lo que puede configurarse como imaginario de las escenas actuales de la “Unión Europea”. Acá, en América latina, no queda otra que apechugar entre varios para salvar las ropas. ¿Hubiera sido posible que Brasil y Uruguay prohibieran el anclaje de barcos con bandera de Malvinas sin el proceso de acercamiento político de los últimos años? Seguramente no, porque en los hechos, nunca antes había ocurrido. Pero además, el pronunciamiento del Mercosur como bloque, impidió que se desplegara la estrategia británica que se basaba en presionar al más débil (Uruguay) para que revierta su posición. Y probablemente, sin el paraguas regional, GB hubiera tenido éxito. Cierta pérdida de la flema inglesa de estos días tiene más que ver con estos movimientos que con el reclamo estrictamente nacional, que no difiere al que se venía haciendo desde años atrás. En todo caso, la virtud del gobierno nacional fue poder apalancar el reclamo en la construcción política que desarrolló son sus vecinos. Ahí está el éxito actual y también las tareas pendientes (como incorporar a Chile en la misma lógica solidaria).

La desmilitarización y la regionalización de Malvinas son dos herramientas de nuestra época para volver sobre un tema viejo y doloroso. Muestran que a pesar de todo (a pesar, incluso, de algo tan definitivo y límite como una guerra) desde la política siempre hay espacio para redefinir las cosas, cambiar los escenarios, inventar horizontes. Y habilitar, también, nuevas propuestas o formas de encarar un asunto complejo. Una, muy interesante, la escribió Gustavo Arballo hace unos días en Página 12

Fuente: http://fedevazquez.wordpress.com/