jueves, 8 de marzo de 2012

Impunidad imperial

Por Stella Calloni (Periodista y Presidenta del Club Argentino Periodistas Amigos de Cuba)

A casi un año del comienzo de la invasión mercenaria y de los bombardeos de la Organización del Atlántico Norte (Otan) en Libia, la declaración de “independencia” de Benghazi, la región de la Cirenaica más rica en petróleo, significa la desintegración final del territorio libio.

Pronunciada por los comandantes militares de Al Qaeda, se trata de un hecho de una ilegalidad pavorosa.

La Cirenaica abarca desde la frontera de Egipto hasta Sirte, la zona más castigada por los bombardeos y las matanzas de los invasores. Justamente fue allí donde nació y fue asesinado brutalmente el líder libio Mohammar el Khadafi el 20 de octubre pasado, junto con casi toda su familia.

Las agencias informativas aseguran que “miles” de personas asistieron a la ceremonia de “declaración de independencia”, en la que, bajo el liderazgo del jeque Zubahir Ahmed Al Senussi, funcionará un Consejo provisional de la Cirenaica. No es coincidencia, entonces que recientemente llegaran a Benghazi 12 mil soldados de Estados Unidos para supuestamente “cuidar” los pozos petroleros.

Hablan de “independencia” en un país invadido y ocupado, con un pueblo abandonado a su suerte y sometido al terror, y donde se sigue asesinando bajo torturas, como ya denunciaran Médicos sin Frontera y la propia Amnesty Internacional.

Sin embargo, nada hicieron la Organización de Naciones Unidas (ONU), ni la Corte Penal Internacional (CPI), ante los crímenes de lesa humanidad que cometieron los invasores de Libia.

De hecho, la ONU con su resolución 1973 del 17 de marzo de 2011, abrió las puertas a los invasores al resolver la exclusión para los vuelos de ese país, dejando de este modo, totalmente indefenso al pueblo libio y a su gobierno atado de manos para defenderse legítimamente.

Además se ordenó hacer “lo necesario” para proteger al pueblo libio, que finalmente fue bombardeado y masacrado durante ocho largos meses por sus “protectores”.

Por otro lado, el fiscal de la CPI, Luis Moreno Ocampo pudo, en tan sólo días, condenar a Khadafi y a toda su familia por violaciones a los derechos humanos, al “bombardear una manifestación pacífica”; hecho que, como se ha comprobado plenamente, nunca sucedió. No obstante, el fiscal no escuchó a los observadores independientes, ni al gobierno libio.

Ante los hechos consumados de la ocupación de Libia, ahora son mercenarios de Al Qaeda y otros traídos por la OTAN quienes formarán parte del Consejo que gestionará “los asuntos” de Benghazi y “defenderá los derechos de su población".

Me pregunto entonces, ¿qué dirán los que no se atrevían a reclamar ante una invasión a todas luces ilegal, brutal y genocida, para que “no se los confundiera” con defensores del líder libio Muammar El Khadafi?

A éste, sin embargo, nadie podrá negarle que se ocupó de su pueblo y que logró convertir a una colonia, desde que tomó el poder derrocando al Rey Idris en 1969, en un país independiente y soberano, expulsando bases militares extranjeras y rescatando el petróleo.

Al momento de la invasión el pueblo libio registraba el más alto nivel de vida y desarrollo de toda la región. Es a ese pueblo al que le correspondía luchar por su liberación si consideraba que era necesario hacerlo, sin ninguna intervención extranjera.

Según dicen los “liberadores” de Benghazi, ésta fue la región más olvidada durante los 42 años del gobierno anterior pero en realidad estaba en la misma situación que el resto del país: con impresionantes adelantos.

La argumentación de los “independentistas” se estrella con la realidad: si ya Khadafi no está ¿por qué partir a Libia para mejorar la situación de Benghazi?

Es bueno recordar que la supuesta “rebelión” libia, según algunos analistas, era una continuidad de la “primavera árabe” que tanto encantó al entramado mediático del poder hegemónico - y a los no hegemónicos también-, aunque no fuera, de hecho, tan primavera.

En Libia se aplicó un modelo contrainsurgente, con guerra psicológica de fondo y cuyos generales estaban en los medios de difusión masiva. Mediante espionaje e infiltraciones se conoció el descontento de algunos sectores –como existen, a decir verdad, en todos los países– y, a partir de allí, se comenzó a ofrecer ayuda a los posibles “rebeldes”, a la vez que se creaba un foco supuestamente "insurreccional”.

Todo ello había sido preparado cuidadosamente desde hacía largo tiempo, con la participación de las inteligencias y grupos especiales de las potencias. Los gobernantes europeos entretenían a Khadafi con adulaciones, mientras aprovechaban por otro lado, las porosas fronteras para infiltrar mercenarios. Tales preparativos de intervención, según se reveló con posterioridad, comenzaron a principios de 2010, cuando no antes.

Por esas fronteras porosas, como las de Egipto, ingresaron grupos de tropas especiales de las grandes potencias, especialistas en guerras sucias; a la vez que mercenarios de Al Qaeda, armados por reyes sauditas, militares egipcios y, por supuesto, por Estados Unidos e Israel.

Lo insólito es que, mientras que Washington y Europa argumentan que su guerra antiterrorista - violatoria de toda legalidad internacional -, se desarrolla en búsqueda de los “terroristas” de Al Qaeda; son estos mismos supuestos “terroristas” quienes, por otra parte, conforman sus ejércitos mercenarios en las nuevas guerras coloniales.

La invasión a Libia fue por aire y mar. Sin la Otan las tropas especiales de las potencias y sus soldados de fortuna no hubieran avanzado un paso.

¿Qué dirá ahora Naciones Unidas de esta desintegración de un país ocupado? No hay explicación posible. En última instancia, terminan siendo Estados Unidos y su socio infaltable, Israel, quienes se quedaron con el control de la zona más rica en petróleo, la mayor productora de alimentos y el mejor clima mediterráneo, entre otras maravillas. Incluso, se hicieron del Banco Central que crearon los “mercenarios” y sus jefes el 29 de marzo de 2011 en Benghazi, para poder seguir negociando el petróleo. Éste fue el primer Banco Central en el mundo creado por supuestos “rebeldes rotosos”, como los llamaban cuando aún no habían podido liberar ninguna zona en Libia.

Hasta ahora, nadie conoce los nombres de los aparentes líderes tribales que se mencionan cuando la aprobación de la “independencia” de Benghazi. Ni tampoco bajo qué circunstancias se prestaron para esta desintegración, complicidad de la ONU mediante. Tragedia sobre tragedia.

Es así que algunos analistas comienzan a preguntarse cómo se resolverá este problema político-regional “para el Consejo Nacional de Transición (CNT) que gobierna Libia" desde el asesinato de Khadafi.

No obstante, el CNT, que es en realidad un gobierno títere del poder colonial, se opuso a la creación de una región oriental, advirtiendo el riesgo de la desintegración del país. A lo mejor imaginaron que el envío de 12 mil soldados estadunidenses habría de tener algún objetivo específico. Y es que el caos y la anarquía que imperan en la "nueva Libia", hace que las contradicciones sean cada vez más profundas y violentas.

Sus jefes en la guerra los han dejado flotando sobre las arenas del desierto. Es posible que ahora les tiren la cuerda "salvadora" de convertir a Trípoli en la sede del Comando de Estados Unidos para África (Africom).

Pero en esta tragedia, en este genocidio sobre genocidio, que la comunidad internacional amparó con su silencio, el pueblo libio lo ha perdido todo. Es un pueblo abandonado a su suerte, desprotegido, al que ahora le roban su propio territorio.

El silencio sobre lo sucedido en Libia es verdaderamente aterrador: muertes; miles de personas desaparecidas; viviendas gratuitas, hospitales, escuelas y universidades destruidas. Y muchos otros grandes avances hechos añicos.

Esos crímenes de lesa humanidad quedaron impunes al ser cometidos bajo el manto de “invasiones humanitarias”, y por lo tanto, son ahora plausibles de aplicarse, casi de inmediato, a otros países. Es lo que está sucediendo en Siria: el mismo modelo de destrucción y muerte; la misma matriz y el mismo silencio.

La comunidad internacional ¿querrá continuar siendo cómplice del crimen? ¿Le seguirán llamando “invasión humanitaria” a este modelo tan perversamente burdo y tan certeramente criminal, de los nuevos trazados contrainsurgentes del siglo XXI?

Y en Europa, ¿cómo le explicarán los gobernantes a sus pueblos que hicieron semejantes gastos de guerra, ayudando indiscutiblemente a la crisis que los afecta, para quedar fuera de este juego maldito, de genocidios por recursos y traiciones por el control del mundo, que nadie podrá sostener indefinidamente?

Fuente: Redacción Rosario