lunes, 9 de abril de 2012

La preocupación

Por Iván Tcach

Una de las consecuencias de la crisis del 2001 fue el comienzo del retorno de los jóvenes a la política, si bien muchos eligieron emigrar para buscar mejor suerte, un gran número de jóvenes movilizados no sólo por situaciones particulares, sino también por la situación del país, decidió involucrarse en el debate político. Según esta mirada, el temor que suscita en ciertos sectores sociales y en determinados espacios comunicacionales la incorporación de miles de jóvenes a la militancia, puede explicarse al menos desde dos perspectivas.

La primera hace referencia a que en nuestro país se percibe que muchos de estos jóvenes – independientemente de su afiliación política o encuadramiento orgánico – proclaman consignas que tienden a velar por objetivos progresistas.
Para citar algunos ejemplos: matrimonio igualitario, democratización de los medios de comunicación, límites a la minería contaminante, mayor redistribución del ingreso, despenalización del aborto.
Cuesta encontrar organizaciones juveniles reclamando políticas conservadoras o retardatarias.

El retorno de la militancia juvenil que se originó hace más de una década - pero que se terminó de consolidar a partir del conflicto que enfrentó al gobierno nacional con las entidades agropecuarias en el año 2008 - preocupa a una gran parte de la derecha argentina, que históricamente se caracterizó por ser conservadora,  no sólo en el orden concerniente a la economía sino también en aspectos vinculados a lo social.

No obstante, cierta desesperación evidenciable en empresas del establishment y sobre todo en algunos medios de comunicación, excede lo mencionado anteriormente y remite a una cuestión central: la puja al interior del peronismo.

Como se ha mencionado en un artículo anterior, nuestro sistema de partidos está intensamente condicionado por los conflictos internos del PJ que, actualmente, es el único aparato partidario capaz de llevar a una elite política - ya sea de corte progresista o conservadora - al Poder Ejecutivo.

Dicha configuración del sistema de partidos provoca un escenario de gran incertidumbre porque no se avizoran indicios de cómo se definirá la disputa endógena al partido. En otras palabras: si en el futuro podrá seguir gobernando la elite progresista-populista liderada por la actual Presidente Cristina Fernández de Kirchner, o si esta elite será reemplazada por otra conservadora.

En este sentido, se percibe que la preocupación y el temor a aparición de la militancia juvenil está íntimamente relacionada a dicha disputa, al entender que es plausible identificar a este fenómeno – jóvenes vinculados con el kirchnerismo -  como un factor que podría incidir en el resultado de la interna justicialista.

La nueva generación militante podría influir en la resolución de este conflicto por varios motivos. En primer lugar, podemos ubicar a la magnitud del acontecimiento: los jóvenes se cuentan de a miles. En segundo lugar, se puede hacer mención al plano político-ideológico: entre esa gran cantidad, parece haber un alto umbral de consenso respecto a dicho plano – político-ideológico - que inquieta ciertos sectores del establishment económico, es decir: proclaman las consignas más progresistas del kirchnerismo. En tercer lugar, es posible hacer mención a cierto grado de preeminencia que han adquirido: algunos ocupan actualmente cargos relevantes en empresas con participación estatal y otros en el poder legislativo, o en otros ámbitos estatales. Es posible añadir una última y sencilla cuestión: la cronológica.     

La apuesta por los jóvenes incorporados a las listas de legisladores y a otros cargos dentro la esfera estatal, representa una apuesta del gobierno a - por lo menos -  mediano plazo. Pero este hecho no invalida el temor acaecido en ciertos sectores que no cesan de estigmatizar a este conjunto de la militancia.

Últimamente, desde algunos circuitos de la prensa y del arco político opositor; y desde una parte del empresariado, se han lanzado críticas feroces. La mayoría de ellas hacen referencia a cuestiones absurdas - como por ejemplo - la ineficacia propia de la franja etaria. Otro tipo de críticas aún más desprovistas de argumentos racionales, señalan a los  “neo-montoneros”.

Las críticas menos exaltadas ponen de relieve la tensión entre las convicciones y el incentivo económico derivado del ejercicio de cargos públicos. Pero este tipo de argumentos resultan estériles porque procuran señalar certezas – incomprobables – concernientes al ámbito de la intimidad de las personas y carecen de relevancia si no se le aplican al conjunto de la dirigencia política nacional, independientemente de la edad y del encuadramiento orgánico. 

Fuente: Café Umbrales