miércoles, 20 de noviembre de 2013

Final polémico

Y al final un día tenía que ser, que el "Napia" Moreno dejara el gobierno.

Poco importa a ésta altura si fue por decisión propia, o por pedido de Cristina: en el primer caso lo enaltece como militante comprender que nadie está atado a un cargo, y que cuando ocasiona más costos que beneficios a un proyecto político, para el militante de verdad, la opción no es dudosa.

En el segundo, porque también es parte de la militancia comprender que hay una conducción que toma las decisiones que cree mejores para el conjunto, aun cuando se pueda equivocar; y ser militante es seguir apostando por el proyecto del que se forma parte, desde el lugar que a cada uno le toque.

Del Napia nunca hubiéramos imaginado un sainete al estilo Redrado -aferrado a la poltrona- ni el lastimoso papel de un Alberto Fernández; o tantos otros que se creen portadores de la llama votiva del kirchnerismo.

Se va un tipo con el que muchos nos sentimos identificados porque peleaba -con pasión, con la camiseta puesta, como debe ser- las batallas que todos querríamos haber peleado, o las que siempre pensamos que había que pelear.

Y a lo mejor se va por eso, no porque se vayan a arriar banderas, sino porque para seguir sosteniendo las mismas de siempre, hagan falta jugadores más descansados; sin tantas batallas en el lomo.

En Moreno el personaje (construido por los medios, a veces por el mismo aceptando jugar el juego que le proponían) probablemente se terminó comiendo a la persona, al tipo debajo del funcionario; del que mucho no se sabe.

Pero lo que no se devoró fue al militante, al tipo comprometido con patas y todo con un proyecto político, de una lealtad a prueba de todo (primero a Néstor, después a Cristina), de los que no abundan.

Un tipo de esos que en un picado en el barrio, uno quisiera tener siempre en su equipo: Moreno y diez más. Capaz de jugar varios partidos en el día, y los 90 minutos; sin rehuir ningún desafío.

Alguno dirá que es de esos antiguos "cinco" tribuneros, quizás torpes con la pelota pero que dejaban la vida en cada cruce, sin dar nunca una pelota por perdida, yendo al piso en todas, transpirando la camiseta hasta el último minuto: Tipos que son necesarios, porque no todos los partidos se ganan con las genialidades de los Messi o los Maradona.

Después quedará para el análisis frío y desapasionado (algo que hoy no corresponde hacer) el balance de su gestión, los aciertos, los errores, las cosas que fueron el resultado de su impronta personal, y las que fueron simplemente la ejecución de órdenes que tuvo que cumplir.

Porque no olvidemos eso: Moreno fue y será el soldado de un proyecto, no un figurín interesado en el propio lucimiento personal. Por eso aceptó los roles que le tocaron, y por eso hoy da un paso al costado, por iniciativa propia, o por decision de Cristina; lo mismo da.

En la empatía general que despierta el Napia entre los kirchneristas hay mucho más de emocional, que de lo puramente analítico (aunque méritos no le faltaron); y en un punto está bien que sea así: por eso se reconoce en él -sobre todo- a un compañero.

La sensación a nivel piel es de tristeza, porque hay otros que están contentos con su partida; y creemos interpretar a muchos cuando decimos que, si nos preguntaran a nosotros,  la decisión debió ser otra.
Claro que gobernar y conducir es cosa más compleja que guiarse por simples impulsos emocionales, y tampoco se puede estar sosteniendo todo el tiempo situaciones o personas, porque no nos gustan los que piden cambios, o simplemente porque no queremos dar el brazo a torcer.

Ahora los opos, los medios, los empresarios tendrán una excusa menos, un "polémico" menos en el que depositar sus odios, sus frustraciones, su impotencia.


Intuimos que en breve podremos comprobar que Moreno era en todo caso una excusa, porque lo que atacaban en él es lo que representaba: el intento (a veces tosco, siempre frontal y sin dobleces) de ponerse la camiseta del Estado y de la gente común, para defenderlos de los que no tienen otro objetivo que levantarla con pala.

Aparecerán seguramente ahora los cínicos (del otro lado, los arrepentidos del propio) que hasta ayer pedían su cabeza, a decir que Cristina la ofrenda en bandeja, como bandera blanca de rendición a todos los tipos con los que Moreno se cruzó en estos años.

No es ahora el momento de ocuparse de ellos: son muy chiquitos al lado de la estatura militante de Guillermo Moreno. 

Fuente: Nestornautas