viernes, 31 de julio de 2015

¿por qué gritáis tan fuerte?

Manifestaciones de impotencia. Esto es lo que representan la injuria, la agresión, el agravio constante y todas las formas de violencia verbal que casi siempre son expresadas a los gritos. Sí, porque cuando se quiere herir simbólicamente al que no está al alcance de la mano dura para el castigo físico, entonces se le grita. Y bien fuerte.

Esta es la patética situación actual del gorilaje en nuestro país: grita mucho, pero impone poco. Los gorilas escupen maledicencias a los gritos en sus cacerolazos y sus “marchas del silencio” (véase bien: “del silencio”), vomitan odio ante cámaras y micrófonos ―muchas veces sin tener conciencia de que la imagen grabada resistirá al tiempo y los perseguirá por largos años, cual una maldición― gritan en las discusiones del cotidiano e incluso en los foros de las redes sociales. Allí, donde no predomina la comunicación verbal, igualmente gritan su mensaje en letras mayúsculas como si mensajearan borrachos a las cuatro de la mañana en un bar y desde un teléfono celular. Es que están intoxicados de odio y muy trasnochados.

¿Pero por qué gritan tanto? Básicamente lo hacen porque no tienen razón. Antes, cuando podían imponer su voluntad por medio del fraude y del golpe de Estado, no tenían necesidad de gritar. En realidad, ni siquiera tenían que poner la cara: sus intereses se imponían sobre el conjunto de la sociedad por la fuerza y no eran precisos los cacerolazos ni las marchas. Aquí está explicada la relación nostálgica entre los gorilas y las dictaduras, ya que el poder de las armas siempre fue utilizado como recurso para resguardar a las clases dominantes en momentos de avance de las clases populares. En otras palabras, cuando el populacho atrevido reivindicaba sus derechos, el gorilaje tocaba las puertas de los cuarteles y les encargaban a los militares el trabajo sucio de reprimir. Era la posibilidad del castigo físico, que hacía superflua la agresión verbal. ¿Para qué gritar si se puede torturar y matar a control remoto?

No tenían razón entonces y tampoco la tienen ahora. La diferencia es que hoy no tienen el recurso del golpe ni el del fraude. En democracia se imponen las razones de las mayorías y los gorilas, en minoría, se vuelven impotentes. Entonces tienen que salir a gritar, a marchar, a poner la cara; están en una situación muy incómoda que es la de tener que hacer política. Y como jamás hicieron política, ignoran todas las pautas de comportamiento que son inherentes al quehacer político: no negocian, se ponen furiosos y hacen rabieta; no dialogan, gritan. Pero como tampoco así logran imponer su voluntad, su furia solo tiende a ir en aumento.

Las generaciones de gorilas que fueron beneficiados por la represión de las dictaduras a las clases populares no saben vivir en democracia y tampoco lo aprenderán. Son los padres y abuelos de los jóvenes conservadores de hoy, de los gorilas del siglo XXI, que deberán aprender a gritar menos, a dialogar más y a aceptar la voluntad popular que emana de las urnas. Si no lo hacen, van a seguir pasándola mal y añorando tiempos que ya no volverán. Y, por supuesto, gritando mucho y dando vergüenza ajena.