miércoles, 16 de septiembre de 2015

60 años de la fusiladora

Se cumplen hoy 60 años del golpe militar que derrocara a Perón, poniendo fin por las armas al más profundo proceso de transformaciones políticas, económicas y sociales que conociera el país hasta entonces; y en muchos aspectos, incluso hasta hoy.

Con el golpe del 55' se iniciaba un largo proceso de retroceso, y el vano intento de volver al país a los estrechos marcos de la economía pastoril, mientras se intentaba tapar el cielo con la mano y "desperonizar" por decreto a la sociedad argentina, buscando borrar diez años de historia de la memoria colectiva.

Un proceso que profundizaría muchos más y con mayores niveles de crueldad aun -algo que por los años de la Fusiladora parecía inimaginable- la dictadura militar inaugurada el 24 de marzo de 1976; el intento más serio y organizado de moldear definitivamente una Argentina post peronista.

La dictadura militar que derrocó a Perón -respondiendo con precisión al plan trazado por los verdaderos mandantes de los centuriones gorilas- arbitraba la  entrada del país al FMI, la desnacionalización de la banca y del comercio exterior (disolviendo el IAPI), la restricción y pérdida de derechos laborales y la apertura indiscriminada de la economía a la penetración del capital extranjero.

Las mentidas promesas de devolver libertades conculadas por el peronismo mostraría a poco de andar el gobierno su verdadero rostro; y mientras las clases medias podían disfrutar de la recuperación de la autonomía universitaria o el fin del luto obligatorio, los trabajadores veían suspendidas las paritarias, intervenidas sus organizaciones sindicales y propscripto al partido político a través del cual se expresaban en las urnas. 

Tanto como la consigna de "vencedores ni vencidos" quedaría desmentida a poco de instaurada en el poder la camarilla aramburu-rojista, que se ocuparía de mostrar claramente en los fusilamientos de junio del 56' que había vencidos, y que para ellos habría de tronar el escarmiento.  

Una ficción democrática que se prolongaría en los gobiernos de Frondizi e Illía, no sin antes haberse llevado puesta por un bando castrense la reforma constitucional de 1949, y emprender una reforma de la Carta Magna sin la legitimidad de la libre expresión de las mayorías nacionales; algo que pareció no preocupar demasiado -ni entonces ni hoy- a los defensores de las instituciones de la república.

Cuando se describe lo que significó la Libertadora como programa político y económico, y los sectores sociales que la apoyaron sorprende -a 60 años de distancia-, la escalofriante similitud con el núcleo duro de la propuesta de la oposición que -hoy por hoy- está en condiciones de disputarle al FPV el gobierno del país en las elecciones de octubre.

Muchas veces hemos dicho aquí que el modo en el que excita la persistencia del odio gorila, clausura toda posible discusión acerca de si el kirchnerismo es o no peronismo: así como el peronismo ha sido definido como una obstinación argentina, el gorilismo es su contracara; una persistencia que se sostiene viva al sólo efecto de negarlo y combatirlo. 

La diferencia es que mientras el peronismo subsiste como identidad y tradición política convocante  y representativa para millones de argentinos porque expresa un programa político, social y económico esperanzador, y aun pendiente de ejecución integral, los gorilas se perpetúan al solo efecto de impedirle que lo haga, y echarla la culpa de todos los males que aquejan, aquejaron y aquejarán al país.

Ahí anda por allí el experto en globalización Fernando Iglesias tratando de desempolvar -en su inimitable estilo- la vieja tesis gorila que finca en el surgimiento del peronismo (próximo a cumplir 70 años el próximo 17 de octubre) el origen de la decadencia argentina.

A 60 años del levantamiento armado contra el gobierno constitucional de Perón, es posible rastrear hoy el mismo odio y la misma definición política por la negativa; que no es sino una expresión de impotencia política que está en la génesis de las dificultades de la oposición para conformar una alternativa competitiva al kirchnerismo en términos electorales: representan (o aspiran a representar) a sectores que tienen muy en claro lo que no quieren (el peronismo), pero no tanto lo que quieren.

Sectores que cuestionan hoy del gobierno lo mismo que los "libertadores" le cuestionaban a Perón (la corrupción y el autoritarismo), como atajos cómodos para encubrir que lo que en realidad molestaba y molesta del peronismo, es que amplía derechos, ensancha los límites de la democracia incluyendo a las grandes mayorías en sus márgenes efectivos, y disputa -desde la política- poder y renta con los verdaderos dueños del país.

Cuando en los 90' desde un gobierno peronista y en nombre del peronismo se aplicaron en el país políticas que significaban la negación y la destrucción sistemática y planificada del modelo de país que legara Perón, no les molestó la corrupción ni la grasada, ni el plebeyismo peronista; y por el contrario, les parecieron divertimentos anexos a la satisfacción de ver cumplidos muchos de sus sueños húmedos del 55' en adelante.

Transcurrimos los días finales de una campaña electoral fuertemente cruzada por el eje peronismo-antiperonismo (más por decisión de la oposición que del propio oficialismo), en la que el "círculo rojo" tratará hasta el final (si hubiera balotaje) de alentar la formación de una Unión Democrática -aquél experimento protogorila para frenar al peronismo en sus orígenes- que le cierre el paso a la bestia populista.

Y una campaña en que -ausente de la disputa política el actor militar- cada vez les cuesta más a algunos disimular desde el lugar de la corrección política que propician "Libertadoras" mediáticas, judiciales y económicas; y que si pudieran repetir aquel septiembre del 55', lo volverían a hacer.

Fuente: Nestornautas