sábado, 16 de abril de 2016

El empate del Peronismo

Por Martín Rodriguez

La plaza de ayer no solucionó el problema político de la oposición. La plaza de ayer no le dio ganancias al gobierno. La plaza de ayer fue una cadena nacional, emitida por todos los canales privados, y Cristina no pudo ocultar su sonrisa. El peronismo refuerza, así, su empate dado por la división entre “estructura de sentimientos” y “estructura de poder” o entre “calle” y “palacio”.

En la Argentina de los últimos años se exageró la historicidad de las convocatorias: desde el 8N anti kirchnerista hasta el 7D kirchnerista intentaron construir el acontecimiento antes de que ocurra. Una digresión personal: mi abuela me contó cómo fue su 17 de octubre cuando en su trabajo los del sindicato no le dijeron “vamos al 17 de octubre”, sino que simplemente la invitaron a una plaza donde había que pedir la libertad de un Coronel. El 17 de octubre empezó a existir el 18. Los símbolos se desencadenan de los hechos. Primero hacemos el presente, después llega la historia.

Cristina se permite refutar su credo, plantar la palabra “Ciudadanos” y reclamar una apertura frentista sin caza de bruja a traidores; ese fue su registro autocrítico porque habló viendo los “llenos” de la plaza y los “vacíos” también. En la foto de Comodoro Py parece que el peronismo se le fue, en la marcha había muchas “orgas”, pero menos sindicatos e intendencias, sólo se alcanzó a ver a ATE-CTA, Satsaid, la regional de la UOM Matanza, descontando la ausencia de gobernadores. Los medios, por supuesto, ensalzan estas ausencias y así lo hará el gobierno. Y la ausencia fue real. Un amigo desde Barcelona me preguntaba un poco en broma “¿hoy es el 17 de octubre hipster?”. El sesgo de capas medias no es único pero esencial, porque las plazas son policlasistas. Hay que verlas. Son mestizas. Sin embargo la palabra “Ciudadano”, una palabra alfonsinista, deja entrever dónde está su apuesta: en los ciudadanos no representados. Contrario al sambenito de clientelismo con que los medios cuentan a los actos, el kirchnerismo se mira en el espejo de una sociedad con representaciones caducas. Luciano Chiconi tuiteó: “mal o bien, Macri, Massa y Cristina tienen claro qué juego tienen que hacer. El problema ‘estratégico’ lo tiene el PJ.” Diría más: Macri, Massa o Cristina se desviven por saber qué pasa en ese peronismo central (hoy buceado por Frigerio, como dijo Lucas Carrasco: todos los diarios provinciales informan el mismo día que reciben la visita de Frigerio) pero a la vez se muestran como “algo más”, no son vaticanistas, a los tres les gusta la palabra “sociedad”. El único político que intentó salir de ese fondo institucionalista del PJ fue Scioli. Y hoy está en un segundo plano.

Se sepultan los análisis de laboratorios tipo “la libertad ambulatoria de Cristina depende de la fortuna del gobierno”. Muchos mencionaron que la ausencia de “pan” promovía el “circo” de un mani pulite criollo que contentara el malestar de una economía contraída (¿era posible eso en una causa tan “floja” con un juez tan “trucho”?). Lo cierto es que la cita devolvió a Cristina al centro de la escena y en esa foto se hizo más catalizadora del incipiente malestar social que un fusible de su descarga. En la mañana de radio Mitre del martes previo, en el aire de Longobardi (un crítico de la citación de Bonadío) Andrés Malamud le dijo a la audiencia masiva: “hay que saber dónde termina la ola, no sea cosa que nos lleve puesto el sistema político”.

Para una parte del peronismo “el peronismo será oficialista o no será nada”, y para otra, “será kirchnerista o no será nada”, y este empate entre kirchnerismo de la calle y peronismo del sistema político es todavía un embotellamiento a gusto del macrismo. Esa parte oficialista del peronismo es la parte de los oficialismos locales. Nada nuevo. Como escribió el ya citado politólogo Andrés Malamud en El Estadista, el peronismo también le otorgaba apoyo al gobierno de la Alianza incluso hasta el 2001, o, por lo menos, hasta octubre de ese año, cuando las elecciones parlamentarias del “voto bronca” desarmaron el juego y lo convencieron de la proximidad del retorno. En cuatro meses Antonio Caló se adhirió a un triunvirato informal (con Moyano y Barrionuevo) y fue recibido por Macri exactamente el mismo día que Cristina pisó Comodoro Py, es decir, no se trata de colaboracionismo sino de un instinto de defensa: Caló quiere poder negociar y no subordinarse a una estrategia resistente que le obtura su política. ¿Será bueno esto para la clase obrera? Los metalúrgicos vienen perdiendo de a miles en los cien días amarillos, pero “por los frutos me conocerás”.

Cristina preserva calle y núcleo afectivo con un sector de la sociedad como ningún otro político, la comparación con Alfonsín es un eco tal vez espejado en la naturaleza de clase (media) de ambos líderes, pero Alfonsín se fue con el país incendiado y a punto caramelo para que vinieran a desarmar el Estado Benefactor (los que lo construyeron). ¿Cómo se hace un ajuste sin una catástrofe?, se preguntaba el periodista Fernando Rosso, un finísimo trotskista. La demostración de fuerza kirchnerista se configura sobre el resultado provisorio de estos meses: haber sido desplazados del sistema político, ocupar la plaza pública del centro de Buenos Aires.

Cuando Máximo habló en Diputados, dando por perdida la votación de los fondos buitres, dijo al pasar algo que no puede pasar desapercibido, dijo ahí que no se trataba de “un cartelito de Patria o Buitres”, es decir: mostró la inflexión del discurso dando cuenta que sólo él está habilitado para esa rendición conceptual. Dijo “cartelitos”, minimizando la que había sido hasta ahora la práctica política que no venía a solucionar el problema sino a usufructuarlo. A su modo, madre e hijo (Cristina retó: “así no van a conquistar el voto de nadie”), parecen sobrevolar el fundamentalismo de las bases y segundas líneas y mostrar una cara de mayor racionalidad. Pues bien, esa inflexión ya había sido hecha por el resto del peronismo con responsabilidad institucional, que sabía que había que resolver un “problema” (el “no hay más plata”) y que no lo iban a solucionar “profundizando” un modelo sino pidiéndola prestada. Como los gobernadores mineros que aplauden el fin de las retenciones con las mismas palmas que aplauden el nuevo ciclo de endeudamiento. Pero no se trata de apuntar una contradicción macartista entre movilizados y no movilizados o entre mayorías silenciosas y minorías intensas, o entre progresistas de plazas y peronistas de fuste, sino de algo que supera ese falso dilema argentino: ¿cómo ampliar la imaginación política en el peronismo? Dicho mal y pronto: con lo que cada uno es, ya no alcanza. Cristina dio su primer discurso como opositora. Y habló, no de la emoción que le sobra, sino de la política que le falta.