martes, 28 de junio de 2016

Autocrítica

Es la palabra de moda y el telón de fondo de cada fractura hacia el interior del dispositivo kirchnerista: autocrítica. Se supone que se refiere al análisis de las causas de la derrota electoral ante Macri, y se sobreentiende que se le exige al núcleo duro k, y en especial a Cristina. Aunque a veces se evite decirlo con todas las letras.

Si bien nunca termina de quedar claro si la autocrítica se reclama por los errores de campaña o de la gestión (que seguramente han existido, e influyeron en el resultado tanto como los otros) está claro que desde esa lectura la responsabilidad principal (si no exclusiva) de la derrota sería del kirchnerismo, y en especial de Cristina. Al menos no se ven pedidos de autocrítica en otra dirección, ni tampoco abundan quienes la hagan por iniciativa propia.

En plena campaña se hablaba del "bombeo" a Scioli, y se decía que Cristina prefería que ganara Macri, para convertirse en la referencia natural de la oposición. A meses vista, muchos de los que esgrimían ese argumento parecen bastante cómodos con Macri, y buscan su lugar en el nuevo orden. Scioli (más prudente quizás) se llamó a silencio.

Tomemos por ejemplo el caso de Bossio y su bloque: se ocupa de aclarar en cuanta oportunidad tiene que su límite era la Cámpora, y por eso se fue; pero a juzgar por lo que viene haciendo en el Congreso no fueron su límite ni los fondos buitres, ni el blanqueo ni el desguace del fondo de la Anses, ni la posibilidad de quebrar el sistema previsional, medidas todas que acompañó con su voto. Son raros y difusos a veces, los límites.

Nada indica que la salida del Movimiento Evita del bloque del FPV repita el mismo patrón, pero hay cosas que también en ese caso resultan difíciles de entender; como por ejemplo que no puedas convivir en el bloque de diputados con Héctor Recalde, pero sí con Urtubey en el Consejo Nacional del PJ. Dicho esto porque se habla de la necesidad de articular una fuerza popular efectiva y capaz de oponerse a las políticas de Macri. 

El disparador en teoría es el rechazo a la corrupción y el caso López, como si no hubiera impactado en el conjunto del kirchnerismo. De hecho, uno días antes el bloque de diputados en su conjunto (incluyendo a los legisladores del Evita) repudiaron en forma contundente a López y exigieron que se haga justicia, y pocas horas después hacía lo mismo el bloque del Parlasur (otra vez, sin fisuras y codo a codo Taiana con el "Chivo" Rossi) pidiendo su expulsión, que no prosperó por una zancadilla de "Cambiemos".

No hubo entonces allí cobertura institucional para la corrupción, o miradas para el costado; y cuando en Diputados se discutió el inverosímil desafuero a De Vido (autorizando un allanamiento que nadie pidió), los legisladores del Evita se fueron, no votaron a favor. Ese mismo día se trataron la ley del arrepentido y la de la extinción de dominio, supuestas panaceas en la lucha contra la corrupción. Y el bloque del FPV las acompañó, aunque en las mismas condiciones en las que en el 2004 Néstor Kirchner acompañó las leyes de Blumberg: corrido por los acontecimientos, y acaso siendo copartícipe el día de mañana, de su fracaso. 

Lo que marcan estos hechos es que, por buenas que sean las razones de alguien para marcar una posición y tomar distancia, no se puede desentender del momento elegido para hacerlo. Y en éste caso la ruptura sucede a pedir de Macri, en su beneficio y por la agenda que él impone. Más cuando se alega que no hay diferencias ideológicas con el FPV, pero que el problema es la falta de autocrítica por la derrota electoral. Así el objetivo de construir una fuerza que se le oponga con eficacia se aleja, no se acerca. 

Nada de lo dicho debe entenderse en el sentido de que nos negamos a reconocer que Cristina haya cometido errores: está más que claro a ésta altura que ya nada es ni puede ser igual que lo que era en diciembre, ni siquiera la conducción de Cristina, que ya no es indiscutida, ni mucho menos. Y la primera condición de toda conducción es que sea aceptada como tal por el conjunto, o por el mayor espectro posible.

La derrota en un punto horizontaliza, genera estados deliberativos (saludables, hasta cierto punto) y cada uno cree que tiene la estrategia correcta para salir adelante. Lo que no está claro es si además tienen los votos, que es lo que hace falta para ganarle a Macri; si ese es verdaderamente el objetivo.

Está más que claro que con las "plazas militantes", las charlas en el Instituto Patria, el "Frente Ciudadano" y recostarse sobre el núcleo íntimo de los "leales" no alcanza; y que desde la muerte de Néstor para acá está faltando muñeca y política, traducida incluso en "rascadas de lomo" cuando hace falta. 

Como también están sobrando salidas a los medios a desmarcarse, como si eso garantizara salvarse de la guadaña o del "carpetazo": pregúntenle si no a Abal Medina, que luego de tomarse el trabajo de hacer de puntero del PRO para conseguirle a Macri los votos necesarios para los nuevos jueces de la Corte, fue procesado por el "Fútbol Para Todos" junto con Capitanich y Aníbal Fernández: la fuerza de tareas macrista de Comodoro Py no distingue entre "kirchneristas rabiosos" y "opositores racionales".

Por estas horas en las redes sociales todos arman sus propias listas de "traidores" y "leales", y abundan los que señalan que los traidores son inventos de Cristina; algunos para señalarles su inconsecuencia, otras para criticar el dedo de la conducción. El tema es que en un punto todo ("traidores" y "leales") somos en el kirchnerismo "inventos" de Néstor y CFK; porque fueron ellos los que nos interpelaron a participar y sumarnos, desde cualquier lugar y experiencia previa.

Nada impedía pensar o criticar antes, mucho menos ahora cuando -como dijimos- la derrota "iguala", pero sin perder de vista nunca el contexto (desfavorable, adverso, francamente hostil) y el objetivo. Discutamos todo y rompamos lo que haya que romper pero con la agenda nuestra, no con la de Carrió; y sin perder de vista al gobierno de Macri, que no se va a detener a esperar que nosotros arreglemos nuestros entuertos para seguir con lo suyo.

Y mientras tanto la pregunta -tan sencilla como incómoda- que Cristina invitaba en Comodoro Py a hacerle a la gente de a pie (incluyendo a los que votaron a Macri, sobre todo a ellos) sigue más vigente que nunca: ¿están mejor o peor que hace seis meses?

Fuente: Nestornautas