“Ningún hecho de estas características nos correrá un ápice a la hora de apoyar un proyecto de país y un modelo socioeconómico”.
La corrupción es la vaca sagrada del periodismo liberal hegemónico, y por lo tanto, representa una problemática sobredimensionada y con una incidencia periférica sobre las condiciones materiales de nuestro Pueblo. No obstante, como militantes no podemos ser indiferentes: la corrupción presente en distintos niveles desvirtúa las funciones del Estado y desprestigia a la militancia política.
La Agencia Paco Urondo nunca priorizó en su línea editorial a la corrupción como problemática preponderante. No porque avalásemos todo lo hecho por el gobierno (siempre mantuvimos una línea autocrítica sobre el proceso kirchnerista), sino porque entendemos que los casos de corrupción de tal o cual gobierno inciden periféricamente sobre el bienestar o malestar de un Pueblo.
No fue el problema fundamental durante el gobierno de Menem y no lo es ahora con el de Macri. Raúl Alfonsín, recordado como un presidente honesto, finalizó su vida con un patrimonio de alrededor de 550.000 pesos, un monto relativamente moderado. Sin embargo, su mandato presidencial terminó con índices de pobreza superiores al 45%. Esto no significa avalar ningún acto de corrupción sino plantear que poner el acento en ese punto es una trampa que elude los verdaderos debates del país.
No debe olvidarse que la Alianza triunfó en las elecciones de 1999 por criticar la corrupción menemista aunque sin cuestionar las políticas socioeconómicas, que a la postre conducirían al país a la peor debacle social de su historia.
No obstante, esto no implica que estos casos deban resultarnos indiferentes como militantes.
En primer lugar, porque los nichos de corrupción enquistados en esta monumental maquinaria de gestión que llamamos Estado, han desvirtuado en muchas oportunidades la función natural de éste, generando las condiciones para que sucedieran algunas de las tragedias humanas más lastimosas para la historia de nuestro Nación: recordemos Cromañon, Once, Time Warp.
En segundo lugar, porque estos hechos expresan los desafíos de un proyecto popular de transformación. Un Movimiento no siempre estará exento de este tipo de prácticas y actitudes, pero es necesario comprender que nunca serán en beneficio de las organizaciones de base ni del campo popular.
Por un lado, porque ensucian injustamente a la militancia que deja todo a diario para construir un país mejor. Esa militancia sacrificada que pone el hombro en un esfuerzo colectivo, tan estigmatizado por los medios, como necesario para la resistencia de nuestro Pueblo.
Y sobre todo porque destruyen la fuerza moral imprescindible para el triunfo de un proyecto popular. Es cierto que en el llano se construye con bosta y con barro. Pero solo en el barro estará el futuro de nuestro Pueblo. Si faltó tan poco para revertir la derrota en el balotaje fue porque se militó con tiza y carbón para que Scioli llegara a la presidencia.
Por eso es necesario no dejarse engañar con los cantos de sirena sobre los recursos en la política. Sin caer en ningún tipo de purismo ni ingenuidad, señalamos que el problema no es López, ni el extraño procedimiento que concluyó con su detención. El problema es cómo construir una fuerza política que supere estos lastres.
Ningún hecho de estas características nos correrá un ápice a la hora de apoyar un proyecto de país y un modelo socioeconómico. Con la claridad de 200 años de luchas populares que reivindicamos con orgullo y de la cual humildemente nos sentimos parte, subrayamos que la difusión mediática del caso “López” no frenará nuestras ansias de transformación ni nos apartará de la trinchera que hemos elegido. La militancia no se mancha.
Fuente: Agencia Paco Urondo