miércoles, 26 de octubre de 2011

La profundización del modelo

La reelección de Cristina Fernández de Kirchner dejó flotando en el aire varios temas apasionantes.

Por Mariano Hamilton

Las horas después del gran triunfo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner entregaron dos certezas que impregnarán los próximos cuatro años del mandato que deberá afrontar una mujer que, no sólo ha ganado elecciones democráticas por amplio margen, sino que se ha impuesto a la adversidad, a un camino plagado de problemas políticos y personales que fueron sembrando de escollos su vida.

No es este el momento de recordar cada uno de los asuntos que se le fueron presentando y que, a su turno, Cristina los fue sorteando con mayor o menos destreza. Sólo mencionaremos tres: la valija de Antonini Wlson -porque abrió el camino al resto de las operaciones mediáticas-, el conflicto por la resolución 125 -porque puso dramáticamente a su gobierno al borde del abismo- y la muerte de Néstor Kirchner -su marido y compañero de militancia, que fue un golpazo por la forma en que se produjo y por el significado que tuco a nivel político y personal-.

Estos tres problemas, a mi humilde entender, fueron los sucesos más significativos que debió afrontar Cristina. Y lo hizo no sólo con entereza sino que además le sumó calidad institucional a nuestra vapuleada política doméstica. Sí, lo repetimos: calidad institucional. Nadie, como Cristina, ha hecho tanto por la calidad institucional en la Argentina, más allá de los reproches vacíos de contenido que se escuchan permanentemente desde el periodismo o desde los políticos opositores. Para citar sólo un ejemplo: ¿algún presidente, como su lo hizo Cristina, habría podido soportar sobre sus espaldas la mochila de un vicepresidente opositor sin pedirle la renuncia?

Decíamos que de lo ocurrido y comentado pocas horas después del extraordinario triunfo de la presidenta marcará en gran medida los últimos meses de su primer gobierno y los primeros del siguiente. Veamos…

Recorriendo los canales de televisión con periodistas opositores (una interesantísima e enriquecedora experiencia del domingo 23 de octubre por la noche) y repasando el lunes 24 por la mañana los titulares de los diarios también opositores nos encontramos con dos posturas perfectamente identificables: 1) La apelación permanente a que Cristina tiene la mayor concentración de poder de la historia moderna de la Argentina y 2) Que la presidenta deberá ahora optar entre la profundización del modelo o el consenso (léase en realidad claudicación).

Es curioso que ambas afirmaciones poseen: 1) Un dato falso y 2) Una falsa pregunta.

1) La presidenta fue elegida por amplio margen (algo que por momentos los analistas políticos parecen olvidar) pero no posee más poder que otros gobiernos que han asolado la argentina, sin ir más lejos, la última dictadura militar. La diferencia entre aquella concentración de poder y esta superioridad democrática es que muchos de los que hoy critican el resultado de la elección se movían con comodidad durante los gobiernos de Videla, Viola, Galtieri y Bignone porque los genocidas defendían sus intereses. Tal vez ahí encontremos la explicación de por qué se horrorizan con el rumbo que hoy tiene el país algunos actores políticos y otros mediáticos.

2) ¿Alguien piensa seriamente que la presidenta, después de haber conseguido el respaldo de más de 10 millones de personas va a cambiar el rumbo? Si no lo hizo cuando estaba contra las cuerdas, ¿lo va ha hacer ahora? Lamentamos darles malas noticias a todos los que reclaman el cambio de rumbo. Es hora de que los sectores de la oposición (tanto política como de cualquier otro orden) tomen la decisión de consensuar con el Gobierno. Y no al revés. El Gobierno no sólo no está obligado a realizarlo sino que, además, ha recibido el respaldo popular para no hacerlo.

Por últimos, y este ya es un placer personal, no quiero dejar pasar el beneplácito por haber presenciado la primer renovación política más seria que se recuerda en años, ya que estas elecciones 2011 han marcado el final de las carreras políticas para el viejo radicalismo (representando en Alfonsín, Morales, Cobos y Sanz, por más que estos tres últimos van a querer despegarse de la derrota), de Eduardo Duhalde y de Lilita Carrió.

Ni la UCR ni Duhalde ni Carrió entendieron jamás qué es lo que estaba pasando en el país. Y por sus declaraciones posteriores a las elecciones, siguen sin hacerlo. Carrió, como siempre, a la cabeza de los disparates, se animó a declarar que un gobierno democráticamente elegido por más del 50 por ciento de los votos de la gente, es un “régimen”. Y además, responsabilizó a los votantes de lo que pueda pasar de acá en más. Me encantaría saber que apocalípticas imágenes están pasando por la cabeza de Carrió por estar horas.

Hermes Binner y Alberto Rodríguez Saa quedaron en pie de cara al futuro, por supuesto, con el inefable Mauricio Macri, el gran ausente en la contienda electoral y la gran esperanza blanca de la derecha para el 2015. Estará en ellos tres, y en sus actitudes, saber como se posicionarán de cara a lo que se viene.

Por lo pronto, en diciembre comenzarán cuatro años de un segundo gobierno de Cristina y el tercero que asume una misma fuerza política en lo que podemos definir como el periodo más largo en el poder de un partido político. Y contrariamente a lo que se escucha decir a sectores de la oposición mediática y política, llegó la hora de profundizar el modelo. Y que aquello del crecimiento económico se derrame con mayor visibilidad hacia la gente, traducido en mejor calidad hospitalaria y educacional pública y gratuita, vivienda (el gran tema pendiente y la madre de todas las batallas que se vienen) y más trabajo y derechos para todas y todos. Que así sea.

Fuente: Diario Registrado